En muchas oportunidades nos hemos referido a que la indefinición del Consejo de Estado en el caso del gobernador Guido Echeverri tiene al departamento de Caldas en un limbo económico y político que le ha originado una de las mayores parálisis de su historia. Nos hemos tenido que resignar a ver cómo pasan de largo las oportunidades y cómo nuestros líderes permanecen silenciosos y cómodamente expectantes mientras se derrumban los grandes proyectos.
Por eso causó gran sorpresa el anuncio del senador Mauricio Lizcano, quien hoy ostenta la presidencia del Congreso de la República (y, por ende, tiene la oportunidad de incidir en las grandes decisiones del Gobierno Nacional), de que al proyecto de Aerocafé se le va a imprimir un nuevo impulso, que tal vez sea definitivo para conseguir la realización de su primera etapa. Es, en principio, una noticia alentadora y a la cual hay que hacerle un seguimiento constante para obligar a su cumplimiento, o desvelar la realidad si solo se trata de una promesa con fines electoreros.
En Caldas no podemos seguir cayendo en la trampa de inflar las urnas con promesas de campaña, para desinflar las esperanzas cuando suben los políticos al poder. Es increíble que a estas alturas del ejercicio legislativo de los congresistas actuales, Caldas permanezca detenido en el tiempo y sus obras enmoheciéndose por falta de gestión, voluntad, acción y determinación. 
Y que no vengan a decirnos que todo obedece a la ojeriza del Gobierno Nacional (aunque en realidad sí existe), pues este es el Gobierno que ellos mismos apoyaron y del cual se beneficiaron durante todo su mandato. Y esos proyectos (como Aerocafé) fueron los que ayudaron a elegirlos a través de las falsas promesas de su realización. La sociedad civil debe armarse en un frente común para reclamar desde ya el cumplimiento de lo prometido y castigar a quienes nos han hecho conejo y quieren volver a utilizarnos en las próximas campañas.
¿Y por qué todo esto, y en este tiempo? Porque, como van las cosas, muy seguramente deberemos enfrentar una próxima contienda electoral para elegir nuevo gobernador de Caldas (en caso de que el fallo sea desfavorable a Guido Echeverri), y se empiezan a vislumbrar alianzas políticas encaminadas a alzarse con el botín ejecutivo. Así vemos unos constantes acercamientos entre partidos que se decían enemigos irreconciliables, y “noviazgos” electorales entre personajes que en el pasado cercano se dedicaron a insultarse, ofenderse y acusarse. ¿Qué tal, por ejemplo, el flirteo entre Adriana Gutiérrez, Octavio Cardona, Mario Castaño y Hernán Penagos? ¿Será que para el Centro Democrático el actual alcalde ya no es tan mala compañía, ni tan deplorable como lo presentaron en campaña? En política todo es posible, pero aquí falta, por lo menos, coherencia. Y no solo en este caso, pues el otro bando también se está nutriendo de enemigos mutuos que parecen hacer un armisticio durante las campañas y, una vez en el las mieles del poder, o bajo las lágrimas de la derrota, vuelven al terreno denigrante de la enemistad acérrima y el odio visceral.
Ya que la clase política ha demostrado ser inferior a sus responsabilidades, debemos empezar a hacer un seguimiento de la productividad de nuestros congresistas y del cumplimiento de sus promesas. Por eso realizaremos un inventario de las actividades de nuestros parlamentarios para darlo a conocer, junto con un balance individual que nos permita determinar el grado de cumplimiento, efectividad y eficacia de quienes seguramente propondrán su nombre para una próxima reelección.

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Vuelve a quedar en evidencia la debilidad de nuestra justicia y se ensombrece aún más su imparcialidad, ecuanimidad y rectitud. Tanto a Óscar Iván Zuluaga como a Luis Alfredo Ramos se les atropellaron sus derechos, se mancilló su honra y se les truncaron sus aspiraciones legítimas. ¿Y quién responde? ¿Será solo una coincidencia que se tratara de unos hombres con posibilidades concretas de derrotar al gobierno Santos? ¡La historia juzgará!