En los últimos días las redes sociales se han visto colmadas de desinformación relacionada con la marcha de mañana, en una campaña que pretende polarizarla atribuyéndole la característica de “marcha uribista”, cuando en realidad es una marcha antisantista. Esta marcha, que ha cogido una fuerza inusitada, es una bofetada al Gobierno y la oportunidad para que los colombianos demostremos que estamos hastiados de tanta manipulación, entrega y desgobierno, y de la forma como Santos viene fortaleciendo a los terroristas farianos en desmedro y detrimento de la institucionalidad.
Los aliados de Timochenko y Santos se empeñan en desestimar la importancia de la manifestación pacífica de mañana. ¡Obvio! A ellos solo les sirve las manifestaciones con dinamita, con mutilaciones, con muertos inocentes, con sacrificios de colombianos inermes. Para ellos solo es válida la manifestación con alarde de poder terrorista, de sangre inocente y de armas ilegales. Para ellos todas las formas de lucha (que se concentran en los actos de barbarie) no tienen límites ni censura si son producidas para su beneficio y engrandecimiento. Para ellos solo es válido lo que nazca de su seno pestilente y de su magín perverso. Para ellos solo cuenta lo conseguido mediante actos delictuosos, asesinos y aterradores. Es decir: para ellos solo es válido lo urdido entre los líderes habaneros y el Gobierno aliado, pusilánime y resignado de Juan Manuel Santos. Lo demás, es “uribismo puro” y por eso hay que rechazarlo.
Y se han dedicado a atacar la marcha como si fuera algo ilegal o absurdo. Pero, ¿a qué le temen? ¿A una marcha que han tratado de insignificante? ¿Por qué la minimizan, desestiman y tratan de negarla? ¿Por qué el temor a una manifestación pacífica de rechazo, cuando sus defendidos suelen manifestarse con explosiones criminales? ¿Éstos son los actores de izquierda y gobiernistas que dicen defender los valores democráticos? Ya entendemos por qué también le temen a la ratificación de la farsa de La Habana por el pueblo colombiano. Tendrían que destapar los acuerdos leoninos e inexplicables y las enormes cesiones a los criminales farianos; y porque con el desprestigio de este Gobierno su poca credibilidad, cualquier acto que se someta a la voluntad del pueblo va a recibir el voto castigo; va a ser negado con mayoría abrumadora como muestra de la desazón que sentimos los colombianos con un Gobierno corrupto y aliado con criminales.
¿A qué le temen los enmermelados? Pues a recibir un rechazo público ante el mundo, y a que quede en evidencia la existencia de millones de colombianos que no tragamos entero y que rechazamos este pésimo Gobierno que nos está empobreciendo y no ha hecho más que fortalecer el terrorismo y enriquecer a sus aliados.
A ellos hay que decirles que es mejor una marcha pacífica, que miles de facinerosos criminales disparando en el campo contra colombianos inocentes; que es mejor una manifestación democrática con banderas, que la explosión dinamitera en oleoductos o torres de energía; que es preferible ver las calles colmadas de ciudadanos protestando, que un catamarán con criminales bebiendo ron y haciendo alarde de su cinismo; que es mejor un grito colectivo de rechazo y desespero, que el silencio resignado ante la venta de nuestro patrimonio nacional; que es necesaria la manifestación del pueblo cuando se está entregando el País por debajo de la mesa y se están negociando principios, soberanía y territorio con bandoleros desalmados.
Y una última pregunta: ¿tienen los opositores a esta marcha algún argumento para defender un Gobierno desleal, pusilánime, retrechero, proterrorismo, manipulador, desastroso y vil? ¡No! De ahí que desaten su impotencia haciendo gala de la violencia verbal y física. De ahí que traten de acallar las voces que mañana protestaremos en contra de un Gobierno fatal que nos está llevando al abismo y que, de permanecer callados, seguramente lo logrará. De ahí que en algunos medios se hayan dedicado a ridiculizar esta protesta por anticipado. Repito: ¿Cuál es el miedo? ¡Cobardes!