Jorge Enrique Pava


Los astros se nos alinean. El momento por el que atraviesa Caldas no puede ser mejor, y lo tenemos que aprovechar para imprimirle velocidad a un proyecto tan importante como Aerocafé que tantas dificultades ha tenido.
En un par de meses contaremos con unas condiciones especialmente favorables y, de ponernos las pilas y alinderar las fuerzas, podremos volver realidad una obra que ha tenido más enemigos que amigos y ha sufrido inmensos daños desde sus propias entrañas. En un par de meses se tendrá que marcar un hito histórico para el departamento de Caldas que desembocará en nuevas perspectivas de progreso y desarrollo.
Porque difícilmente volveremos a tener una confluencia de condiciones como las que se avizoran: Jorge Eduardo Rojas, Ministro de Transporte, manizaleño; Mauricio Lizcano, presidente del Congreso, manizaleño; funcionarios de alto nivel en ministerios e institutos descentralizados, oriundos de Caldas; alcalde y gobernador decididos a imprimirle empuje al proyecto; una fuerza parlamentaria definitiva para los temas presupuestales y tributarios de los que dependen las finanzas de la Nación; un departamento abierto a seguir invirtiendo y a aportar recursos nuevos para instar al Gobierno Nacional a que también lo haga; y Aerocafé politizado y arrebatado, ¡por fin!, de esas manos privadas que lo dominaron durante décadas y que solo se supieron lucrar y llenar sus bolsillos, y para quienes lo mejor que podía pasar era la dilación del proyecto, porque así se mantenían con posibilidades de hacer sus negocios turbios, leoninos, perversos, desfasados e incontrolados.
¿Podremos pedir más? Tal vez sí: la unión de fuerzas caldenses que se conciten para exigir el levantamiento del veto tácito que tenemos del gobierno Santos, quien ha hecho caso omiso de nuestra necesidad de terminar el aeropuerto y, por el contrario, nos ha dado caramelo constante sometiendo a un grave riesgo los recursos millonarios que tenemos invertidos en lo que va del proyecto.
Y hay otra circunstancia que nos favorece y que, como sociedad civil, tenemos que aprovechar: el hecho de que se avecinen campañas para Congreso de la República, implica un acercamiento de la clase política con el pueblo y un cruce de cuentas de éste con quienes pretendan reelegirse. ¿Podrán eludir la responsabilidad si llegaran a desperdiciar la oportunidad que nos está dando la vida? Es posible, pero tendremos argumentos para reclamar entonces y para enrostrarles su inoperancia.
Ya es hora de concentrarnos en luchar por lo nuestro haciendo uso de las armas políticas que tenemos en las manos. Basta ya de ese temor de enfrentarnos a los poderosos vecinos que, como el expresidente César Gaviria desde la dirección liberal, su hijo Simón desde el DNP, y otros actores de importancia nacional desde otros escenarios han hecho hasta lo imposible para bloquear el Aeropuerto porque saben que, terminándolo como se tiene planeado, la región caldense entrará en un desarrollo que estúpidamente crispa a los vecinos risaraldenses y se sienten amenazados por nuestro progreso sin mirar que, antes que competencia, nos podemos convertir en el mejor complemento.
La clase política caldense no solo tiene hoy en sus manos el poder y la oportunidad, sino la obligación de trabajar unida en pos de sacar adelante el Aeropuerto del Café. Llevaba muchos años reclamando la posibilidad de asumir las riendas del proyecto y, ya que lo consiguieron, no puede ser inferior a su responsabilidad. Porque ellos, al contrario de los privados que aún no responden por sus macabros actos, sí tienen una sociedad empoderada para pasar las cuentas de cobro, al menos electorales.
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Los actos bochornosos de algunos concejales de Manizales que no entienden que en el juego democrático las mayorías se conforman para dominar, dejan mucho qué desear de una institución que cada vez pierde más sentido. Porque no se conforman solo con hacer escándalos y protagonizar actos de galería dentro del recinto, sino que los hacen trascender a las redes sociales donde son recibidos con repudio y generan mayor desmotivación y alejamiento de la sociedad con esa institución. Ojalá, por el bien de la política, cesen estos comportamientos pueriles que desentonan con una ciudad cuya característica es el respeto de sus gentes.
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