Mario César Otálvaro


Mario Cesar Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Mundial para la historia el que estamos viviendo. La producción ofensiva, el respeto de los americanos haciendo valer su terruño, la proeza de Costa Rica, la decepción de varios excampeones, y lo brillante de Colombia, enmarcan la fiesta deportiva más grande del planeta.
Son los equipos de este continente los que imponen el ritmo, a los europeos les cuesta aclimatarse, la humedad les pasa factura, los africanos despegan muy lentamente, y si a ello sumamos la jerarquía de los nuestros, la copa pinta para quedarse en casa.
La aparición de Quintero e Ibarbo, quienes pusieron al técnico Pékerman a modificar su idea inicial en el campo, sacándolo de sus formas tradicionales, le ha permitido un nuevo orden al conjunto colombiano que tan gratas sensaciones ha dejado.
La presencia de dos delanteros, que para muchos era forzosa porque la vez que varió en la eliminatoria contra Venezuela perdió, fue remplazada por 3 volantes avanzados que son furor, y parte esencial del lustroso capítulo protagonizado hasta ahora.
Con la ventaja de que son jugadores jóvenes, James 22, Cuadrado 26, Quintero 21, Ibarbo 24, garantizando actualidad y mucho futuro, siendo futbolistas curtidos, toreados en plazas difíciles, con contratos millonarios, y en los torneos de mayor calificación en el mundo.
Y hay más, Ospina está por 25, edad demasiado corta para un golero de su recorrido, Vargas el suplente anda por 24, Alvarez Balanta tiene 21, Carlos Carbonero, recientemente integrado, y Santiago Arias, frisan los 23, todos ellos útiles hoy, así como garantía para el mañana del combinado nacional.
Es decir, ésta selección de Pékerman que ya cumplió con el objetivo básico que era superar lo hecho en Italia-90, invita a soñar por la personalidad de quienes la conforman, la mentalidad que los acompaña, y la madurez, pese a su juventud, de estos nuevos ídolos de la patria.
Por temple y cabeza, hace recordar al Once Caldas que obtuvo el título de Copa Libertadores en 2004, y ese principio de pensar que eran capaces, que fue lo que llevó a Viáfara, Vanegas, Cataño, Velásquez, Valentierra, Henao y compañía, a arrasar con los rivales.
No por plantilla, porque ni punto de comparación al hablar de una selección frente a ese puñado de valientes que hizo real lo imposible aquella noche del 1 de julio de hace 10 años, sino por la fortaleza mental, factor decisivo a la hora de los partidos.
Santos, Sao Paulo, Boca, quedaron en el camino por la seguridad y el auto convencimiento de los muchachos orientados por Luis Fernando Montoya, quienes tuvieron en el sicólogo Luis Alfonso Sosa un líder motivador que los llenó de confianza poniéndolos a creer en ellos mismos.
Con Pékerman ese rol corresponde a Marcelo Roffé (46 años, padre de 3 hijos, autor de varios libros, y quien no acepta entrevistas para mantener la confidencialidad de su trabajo) afirmándose que es determinante para la concentración colectiva e individual, tanto como para el control de las presiones internas y externas de la selección.
En suma, una cantidad de detalles cuidadosamente considerados, que resaltan con la riqueza técnica de un plantel que se dio el lujo de clasificar por anticipado, que juega sin ataduras, que se divierte en la cancha, y que tiene emocionado a todo un país, y al mundial que ve como algunos históricos se derrumban, y emerge una generación sin complejos.
Hasta la próxima…
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