Mario César Otálvaro

LA PATRIA | Bogotá

Emocionante la imagen de los integrantes del Once Caldas saltando y celebrando la obtención de la Copa del Eje en pleno estadio de Pereira, frente a una tribuna llena de seguidores que cantaban y cantaban, y que pese a las circunstancias, no paran de soñar.

Ocurrió después del 0-0 que espero no empiece a marcar la tendencia ofensiva, resultado que le permitió quedarse con un trofeo sin mucha gracia porque el rival es categoría B, en partido que de alguna forma sirvió para ponerle minutos a la preparación con balón.

Que el grupo está unido, no hay duda, que los jugadores están motivados, seguro, que hay fe, y esperanza, también, y eso alegra, aunque el problema va más allá, y tiene que ver con la verdadera capacidad técnica de un plantel cada vez más reducido.

Ese tipo de manifestaciones, una gradería entera haciendo coros, brincando, festejando, demuestra lo que es el club para su hinchada, y para quienes conocemos su historia y sabemos que la camiseta es la coraza de un corazón que palpita a mil pulsaciones.

Es pasión, ese sentimiento del que carece el dueño que traduce solo a números el negocio del fútbol, sin entender la fibra que lo mueve y la revolución que supone, con la anuencia de discretos dirigentes que solo acatan órdenes, sin proponer, ni ejecutar nada.

Un aficionado, cuyo nombre omito, me escribió: ‘El Once Caldas no es más que un paciente terminal en una plaza y una sociedad que se acostumbraron a ver morir sus empresas, o a verlas en manos ajenas y lejanas, y cada día genera menos apego’.

‘El fútbol no se entiende sin pasión, y el hoy propietario no la tiene. El primer aviso fue vestirlo de negro para que el luto se convierta en nuestro compañero y símbolo. A la mortaja que le han puesto de uniforme solo le falta el cadáver, y ya lo tienen’.

Crudas palabras ante ese inocultable presente que envuelve al equipo, sumido en cierto estado de abandono deportivo, apostándole a la suerte sin esfuerzo alguno, cuando el antecedente inmediato reclamaba una restructuración general.

Décimo en el campeonato por su plantel corto, sin contrataciones porque no las hubo, y con la salida de 8 jugadores –2 titulares, Hárrison y Lucena– la perla se la escuché al asistente Fernando Dorti en uno de los programas del canal que transmite el fútbol.

‘Estamos muy contentos con la nómina y con los jugadores de la plantilla. No nos hace falta nada, tenemos lo que queremos y lo que necesitamos’, dijo el señor sin sonrojarse, con desparpajo, creyéndonos obtusos a todos. ¡Vaya, lindo mundo en el que vive¡

Qué pena, pero estamos llegando a límites sospechosos. Un cuerpo técnico marioneta –amangualado con Paniagua– que hace y dice lo que les piden a cambio de un millonario salario, y al que nadie le exige bajo el prurito de que no hay mucho.

Con una dirigencia inoperante, un entrenador acomodado y un grupo liviano, frente al Pasto comenzará hoy la segunda parte de la temporada con más incertidumbres que certezas, así el bondadoso corazón del hincha siempre confíe en buenos resultados.

Pero que faltó grandeza, y que las decisiones fueron erradas, no les quepa la menor duda, tanto que a esta hora intentan 2 refuerzos, con el torneo ya en marcha, sin pretemporada, y con escasas alternativas de donde escoger.

Y para rematar veto disimulado a los periodistas. Muy buena la posición de Acord de no asistir a las ruedas de prensa mientras se mantenga la posición de regular el trabajo de los medios, a sabiendas de la comunión que debe primar entre ambos.

P.D. 12 años desde aquel 1 de julio inmarcesible en el Palogrande. Eran otras épocas, había pasión, ambición, y menos mercantilismo. Algún día volveremos, entretanto pónganle el aviso al estadio que recuerde que allí el Once Caldas fue campeón de América en 2004.

Hasta la próxima...

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