Creo que el país nacional está sintiendo cierta desazón y amargura ante tanta injusticia, pensando que, si tomáramos conciencia de nuestra permisividad, muchos de nuestros males se podrían remediar; toleramos la mediocridad y no castigamos como debe ser a los corruptos y a los bellacos de cuello blanco. Aceptamos el pésimo olor de la corrupción, pasando con facilidad de los absolutismos a la falta de democracia, deglutiendo los errores y horrores que los poderosos cometen. Recordemos el famoso "corralito" en Argentina, cuando muchas personas de bien perdieron sus ahorros; simplemente porque al gobierno se le dio la soberana gana. De paso, los banqueros llenaron sus bolsillos aprovechando la corrupción y la inflación galopante, males que aún tienen contaminadas la mayoría de las instituciones argentinas.
Los colombianos debemos tener responsabilidad para poder lograr el liderazgo que nos mantenga competitivos, además de erradicar la corrupción galopante que nos agobia. Frente a este escenario, Juan Manuel, quien pese a todas las fatigas fue reelegido, debe tomar acciones enérgicas frente a esa mínima sociedad corrompida que acepta con alegría las prebendas que otorgan algunos miembros de su gobierno. No olvidemos el planteamiento de Juan Jacobo Rousseau quien decía: "El hombres es bueno e inocente por naturaleza, lo que lo corrompe es la sociedad". Yo agrego: La "mermelada" daña conciencias. Las personas por más buenas e inocentes que sean, pueden corromperse.
Sobran las razones para agradecer a los soldados de Colombia y a muchos policías por su servicio al país; nadie con dos dedos de frente puede desconocer su importancia y rol preponderante en nuestro largo conflicto armado; pero... solo hasta ahí. La revista Semana con su brillante unidad investigativa, descubrió altos índices de corrupción en las más altas esferas de nuestro Ejército. Parece que la situación se complicó demasiado. Algunos miembros de nuestro Ejército y Policía ha rebasado esos límites normales de transparencia y el gobierno se ha mostrado incapaz de contener los abusos, los falsos positivos, los delitos abominables y la corrupción de unos pocos. Cómo puede ser posible que el general Jairo León Riaño, miembro importante de nuestra policía, figure con un lujoso apartamento en Bogotá, tasado según El Tiempo del 21 de febrero de 2014 en 6 mil millones de pesos, así como una casa en el exclusivo sector de San José de Bavaria, avaluada en más de 3.500 millones de pesos. ¿Cómo poder tener un patrimonio superior a los 10 mil millones de pesos con un sueldo de 8 millones de pesos al mes? Investigadores de la Fiscalía lo vienen rastreando y llama mucho la atención el monto de las compras. Están indagando las cuentas bancarias del general y de su esposa, sin descartar la versión de supuestos pagos de empresarios, a cambio de la asignación de algunos contratos millonarios en la Policía. Parece que el honor de las espadas lo botaron a una letrina.
Lo más aberrante de estos hechos que enlodan el honor de la institución castrense, son las razones que esgrimen unos pocos cuando se "defienden". Tratan de excusar y justificar su escandaloso comportamiento, gimoteando como niños caprichosos cuando les quitan un confite. Dicen con desfachatez que ellos se han sacrificado por la patria, que no celebran sus cumpleaños por estar en el monte, (de cuando en vez se encuentran una guaca con dinero) y que la vida que eligieron es muy dura. Creen que estamos obligados a tolerar sus malaventuras y algunos "servicios", simplemente dejándolos que hagan lo que le dé la gana; están creyendo que el hecho de poner en juego sus vidas al "defender" a los colombianos, los exime de toda responsabilidad cuando asesinan personas indefensas como cualquier matrero de tugurio o chiribitil, (recordemos nuevamente los falsos positivos), o cuando roban al Estado como cualquier nieto de Rojas Pinilla. Y... los civiles en el Ejecutivo como el ministro y el mismo Presidente, no señalan y sancionan a tiempo todas estas travesuras, simplemente porque las tropas se "desmoralizan". Es claro que la tradición militar es antigua y está basada en un profundo sentido de honor. En virtud de esta gran verdad, un ejército y una policía que se respeten deben castigar con severidad el escamoteo y el hurto, pues los sables no se pueden manchar con conciencias sucias. El ejército debe ser victorioso, pero no inmoral; debe ser ejemplo de transparencia y nitidez, pues muchos colombianos aún desean ingresar y seguir la carrera militar. Amanecerá y creo que no se acabarán los descalabros y desdichas.
P.D.: Con un profundo agradecimiento a Nicolás y a la memoria del doctor Luis José, así como a mis amables lectores, está columna dejará de aparecer por un tiempo. Mil y mil gracias a todos.
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