Óscar Dominguez


Los muchachos de antes que usábamos brillantina Moroline o fijador Lechuga, a la hora de escoger películas nos guiábamos por la clasificación moral que publicaba El Colombiano. Las preferidas eran aquellas que tenían el rótulo de prohibidas para todo católico.
Para ver esas películas había que disfrazarse de mayor de edad, posar de ducho en artes amatorias, presentar carnet de afiliado a los bares de Guayaquil. Si fallaba el operativo, esperábamos el cambio de portero.
In illo témpore, ver un tobillo o un maniquí en una vitrina nos alborotaba la bilirrubina sexual. Claro que al lado del porno que hoy está al alcance de un clic, había más sexo en la sota de bastos que en esas pacíficas cintas.
En la era de internet para definir mi agenda cinematográfica, dicho con toda pedantería, me guío por la taquilla que recaudan las megaproducciones de Hollywood en el estreno o durante la primera semana: esas que recaudan 200 millones de dólares el primer día son las que no veré ni a palos.
La que anda suelta por ahí de Supermán y Batman es un ejemplo contundente. Ni un peso mío llenará las arcas de sus protagonistas. Los segundos que me quedan para vivir los gastaré en otras faenas.
Es cuestión de principios (y si no les gustan mis principios, se los cambio por otros, diría con Groucho Marx). Si apoyo producciones de esta naturaleza el mal ejemplo cundiría.
¿Qué tal eso de mezclar dos exsuperhéroes y adicionarle la Mujer Maravilla para hacer sonar la registradora? A otro perro con ese hueso.
Mañana vendrá Supermán enamorando a Pepita la mujer de Lorenzo, el hombre que debajo de la cama dice con voz de varón: “No salgo de aquí porque en esta casa mando yo”.
O Batman en tratos políticamente no correctos con Ramona, la mujer que se casó con Pancho para no caerse de la cama.
Veo al gato Garfield como manicurista del hombre de acero que era incapaz de agarrarle una falange a mi colega Luisa Lane, del diario El Planeta.
Es tan exótico este cine en el que andan de pipí cogidos Batman, el hombre de Criptón y la mujer Maravilla, como un plato a base de chicharrón, sushi, cilantro, lentejas, papas fritas o chorriadas, banano, picante y harta pimienta.
Maridajes así recuerdan esos instrumentos que de una vez vienen con piano incorporado, maracas, platillos, saxofones, baterías y aplausos desganados.
No, señores del cine. No nos crean tan caídos del zarzo y paguen guionistas que se gasten en el cerebro en héroes nuevos.
El “cine” que comento es un atropello a la nostalgia. ¿Quién se iba a imaginar que héroes de nuestra infancia como Supermán caerían tan bajo? Al paso que vamos, Tarzán cambiará a Jane por una actriz del cine porno. Yo quedaría de marcapasos. Y la prepagada no lo cubre.
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