Luis F. Molina


En épocas de diálogos de paz, de salidas negociadas a los conflictos, qué mejor que recordar las lecciones de la historia en cuanto a soluciones acordadas. La semana pasada estuve muy cerca de los medios de comunicación de características informativas con la intención de registrar si alguno de ellos conmemoraba que el mundo, tal como lo conocemos ahora, hace 50 años estuvo a punto de padecer la más brutal guerra nuclear.
Entre el 16 y 28 octubre de 1962 una fortísima tensión política se apoderó de los hemisferios luego de que Estados Unidos se encontró atado al pensamiento racional o a la más cruel de las guerras luego de conocer el plan de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas para construir misiles en Cuba que podían alcanzar fácilmente su territorio continental.
A esta crisis, bien lo dicen los historiadores y los libros, se le sumó un bloqueo marítimo y aéreo de parte de Estados Unidos al acceso a Cuba, con el fin de impedir que los soviéticos pudieran llevar sus misiles hasta los prados cubanos. El entonces presidente de la URSS, Nikita Khrushchev, manifestó que era un acto de guerra lo que el gobierno de John F. Kennedy estaba realizando en sus costas. El plan de bloqueo se conocería después como “la cuarentena”.
Este conflicto finalizó cuando Khrushchev acordó desmontar los misiles de Cuba, mientras que, bajo cuerda se sostiene que Estados Unidos desmanteló los suyos en Turquía. El filme “Trece Días” recrea las largas jornadas de los Kennedy y sus asesores cuando discutían cómo actuar ante lo que ellos llamaban la “amenaza soviética”.
Sin embargo, este episodio histórico se enmarca en el secreto gubernamental y/o de estado. Solamente hasta el 22 de octubre John F. Kennedy se dirigió a los estadounidenses para contarles lo que su administración estaba realizando para imposibilitar el plan soviético. Más allá de la dialéctica guerrerista, el nacionalismo y otras patologías ideológicas, como la que hay en Colombia desde 2002, se extendió la conciencia entre los líderes de las potencias de otrora para evitar una catástrofe nuclear.
Sin importar las pugnas, John F. Kennedy supo sortear el problema geopolítico, pero también manejó excepcionalmente la opinión pública de su país y del mundo. Kennedy llamó a sus compatriotas a reexaminar los estereotipos y los miedos que les suscitaba la guerra y los instó a buscar una mentalidad pacifista. En su discurso de posesión de su segunda e inconclusa presidencia, John Fitzgerald Kennedy, cordialmente le dijo al mundo: “Porque, en última instancia, nuestro vínculo común más básico es que todos habitamos este pequeño planeta. Todos respiramos el mismo aire. A todos nos preocupa el futuro de nuestros hijos. Y todos somos mortales”. Si Kennedy no se hubiera sincerado ante su patria, quizás hubiera estropeado el presente de su país. Posiblemente fueron sus decisiones sabias y fuera del ánimo guerrerista característico del Siglo XX, las que le costaron su vida un día gris de Dallas en 1963.
Dos consecuencias quedaron en primer lugar después del encontrón de las potencias. Se estableció la figura del “Teléfono Rojo” como símbolo de una línea directa entre el Kremlin y la Casa Blanca. Este teletipo demostró que ya existía comunicación entre ambos países y que las diferencias se podrían subsanar paulatinamente. En 1963 se firmó un tratado entre estas naciones para prohibir los ejercicios nucleares que significasen un renacer de la tensión atómica.
Este tipo de fechas no puede caer en lo etéreo del olvido y deben combatir la ignorancia de los nuevos líderes del mundo que creen saberlo todo. Es medio siglo que debe siempre recordarse. La memoria histórica y colectiva bien puede ser la solución para destrabar nuestro incomprendido pasado.
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La próxima semana será la elección de presidente en los Estados Unidos para el período presidencial 2013-2017. Todo parece indicar que el drama electoral de 2000 se pueda repetir y los medios deban cesar en sus proyecciones y esperar referencias oficiales para informar al mundo quién estará tomando el juramento presidencial el 20 de enero de 2013.
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