Ricardo Correa

Ricardo Correa Robledo - ricardocorrearobledo@gmail.com
Simón es un ingeniero experto en demoliciones por implosión. Una tarde, luego de realizar con éxito su trabajo, va a comprar un pastel para el cumpleaños de su hija. Mientras hace esta diligencia una grúa del tránsito se lleva su carro por estar presuntamente mal parqueado. Al ir a retirar su vehículo reclama por lo que considera una medida arbitraria pues la señal de no parqueo no estaba pintada. Ahí comienza su infierno. Nadie lo escucha. No tiene a quién acudir para explicar su caso, además de ser tratado con un desdén que constituye en sí mismo una agresión. Se desencadena una sucesión de eventos, a partir de algo "tan simple", que terminan por dejarlo sin trabajo, sin familia y en la cárcel, pues como consecuencia de una rabia enorme hace gala de sus conocimientos profesionales para darle un escarmiento a todo un sistema indolente e insensible. Las autoridades lo consideran un terrorista.
Esta es la segunda historia de la maravillosa película argentina ‘Relatos Salvajes’, la cual ha batido récords en taquilla en su país y está nominada al Oscar como Mejor película en lengua extranjera. El ingeniero ‘Bombita’ es interpretado por Ricardo Darín, un actor enorme.
Gabriel Pasternak decide vengarse de aquellos que desde su juventud han hecho de su vida algo miserable. Los junta a todos en un avión y los lleva a un aterrizaje muy poco esperanzador. Una mujer que trabaja en un café-restaurante de carretera ve llegar como cliente al vacío lugar a un usurero que destruyó a su familia, que para colmo de males maltrata a todos los que se atraviesan en su camino y se va a presentar como candidato a un alto cargo público. La cocinera del restaurante, al escuchar a la desdichada, decide tomar la justicia por mano propia usando veneno para ratas y un enorme y afilado cuchillo. Un indolente conductor impide el paso de otro vehículo en una desolada carretera, cuando éste lo puede finalmente sobrepasar quien lo maneja dirige unas pocas palabras nada amables a aquel. Luego se vuelven a encontrar y algo ‘tan pequeño’ termina en la más cruel tragedia.
Un joven conduce a muy alta velocidad el lujoso carro de su padre. Atropella a una mujer embarazada. Llega a su casa destrozado. El abogado familiar ‘maneja’ la situación a través de un entramado de corrupción. Por una buena cantidad de dinero, que incluye un chivo expiatorio, el caso se ‘resuelve’. El muchacho vacila entre entregarse o dejar que todo sea arreglado. Al final se repite otra tragedia.
Para terminar, una pareja de novios está disfrutando de su fiesta de boda. Surge algo no muy grato: la novia descubre que su nuevo esposo le fue infiel recientemente, y lo peor es que la ‘amiga’ de éste hace parte de los invitados. Se enciende una guerra indescriptible.
Lo primero que podríamos pensar es que nada de esto nos llegaría a ocurrir. Sin embargo, no hay nada más lejos de la realidad. Todos podríamos llegar a ser ‘Bombita’, los choferes en guerra, el que quiere cobrar venganza luego de una vida llena de frustraciones, aquel que quiere evitar la sanción para un hijo o la propia a como dé lugar, el que desea eliminar a alguien perverso o el novio o la novia abatido por el dolor de una traición.
Estamos siempre en riesgo de ser consumidos por la rabia, por la ira. Vivimos en una sociedad que alimenta estas emociones minuto a minuto, y lo peor, que facilita su explosión con consecuencias catastróficas. Sin duda, la dimensión de nuestra violencia tiene origen en buena parte en un acumulado de frustraciones, rabias, iras y acciones dominadas por estas emociones.
Sin embargo, esto puede cambiar, es posible vivir diferente. Eso sí, implica un consistente y decidido trabajo personal y social. Para empezar tenemos que hacer el compromiso de no reaccionar bajo estado de rabia o ira. La respiración consciente ayuda. Vale la pena leer al gran sabio de nuestro tiempo Thich Nhat Hanh, y especialmente su libro "La ira: el dominio del fuego interior".
Y no dude de ver "Relatos Salvajes".
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