Hace pocos días me reencontré con una amiga venezolana a quien no veía en persona hace 13 años. Vino a hacer un curso profesional en Bogotá. Pensaría uno que luego de tanto tiempo sin tener un encuentro directo, la charla se centraría primero en cosas personales, en saber cómo iba la vida de uno y otro, como sucede en estas ocasiones. Pero en este caso no fue así, y la razón es que ella vive en Venezuela. Las dos horas que compartimos solo sirvieron para que me contara la pesadilla que se está viviendo en el vecino país, la postración y el caos a que han llegado.

Unos días después, mi amiga me envió los titulares y contenidos de varios noticieros venezolanos para corroborar su relato. Aquí una muestra.

En el vecino país el más reciente paso de venezolanos a Colombia para conseguir comida se conoció como 'el Cucutazo'. 500 mujeres el 5 de julio y se calcula que aproximadamente 25.000 personas el 10 de julio, cruzaron la frontera. La razón es sencilla y sobrecogedora: en Venezuela no hay comida. Por esta razón, todos los días hay saqueos de camiones que transportan víveres. Como consecuencia, las empresas transportadoras no están prestando su servicio, lo cual agudiza la crisis. El suministro de alimentos por parte del gobierno es un desastre, pues implica filas de muchas horas para conseguir un kilo de frijoles, unos huevos y un poco de leche en polvo. Es cotidiano que haya desmayos, peleas y hasta muertos en estas infames entregas. Muchos niños no están yendo a la escuela, más bien acompañan a sus padres para conseguir algo de comida. En el vertedero temporal de basuras de Guayana ya hay mucha gente buscando algo que comer. El Hospital Clínico Universitario de Caracas reduce las porciones de comida a sus pacientes y no tiene los alimentos específicos que requieren los diabéticos. En el hospital de San Cristóbal han muerto en tres meses 71 neonatos por falta de insumos médicos. La mayoría de los hospitales están funcionando al veinte por ciento de su capacidad por falta de recursos: sin quirófanos, sin unidades de cuidados intensivos y sin medicinas.

La economía está postrada. Solo un dato: la inflación se calcula entre 700 y 1.000%. Un ejemplo: mi amiga compró hace tres años una nevera, hoy con ese mismo dinero solo le alcanza para un kilo de pescado. Con lo que se compraba un apartamento hace diez años, hoy solo se consigue un mercado. Diecinueve líneas aéreas han salido del país. La razón es sencilla: no les pagan deudas enormes, solo la de Avianca supera los US $200 millones. Movistar aumentó en un 298% sus tarifas y suspendió 70 planes tarifarios. Por su parte, Jackeline Faría, la gerente de Movilnet, la empresa estatal de telefonía móvil e internet, argumentó torpemente hace poco, ante las quejas de la lentitud en el servicio, que en otros países el internet era más rápido porque lo usaban pocas personas y que Venezuela estaba bien por la masificación hecha en conectividad. Seis empresas multinacionales de gran envergadura han cerrado sus operaciones en el último semestre: la última Kimberly Clark, pues el gobierno ordenó su ocupación y expropiación. Lo que se viene luego es una pésima administración y una brutal corrupción que harán que la producción se vaya al piso, como ha pasado en muchas otras empresas. Así las cosas, hasta conseguir papel higiénico se convierte en algo muy difícil.

Busqué cada una de las noticias anteriores, todas son ciertas. Por su parte, el ministro de comunicaciones Luis José Marcano dice que los medios magnifican la crisis. Y el presidente Maduro sigue hablando de una conspiración del imperialismo.

Venezuela ha sido gobernada en los últimos quince años con una receta que mezcla un dogmatismo ideológico caduco, el autoritarismo, la corrupción, el pillaje, la ineficacia para gobernar y administrar, la demagogia y el engaño, dando frutos en forma de ruina.

Con seguridad Venezuela superará esta tragedia, pero por ahora vive el horror.