Andrés Hurtado


Estábamos en Palermo, la capital de Sicilia. Sabiendo que yo soy colombiano un funcionario de la alcaldía me preguntó por Palermo, Huila, pues las dos ciudades están hermanadas. Se alegró mucho cuando le dije que sí conocía nuestro Palermo y le hablé del pueblo y del Huila. Los habitantes de la capital de Sicilia se llaman palermitanos. La ciudad es Patrimonio de la Humanidad. Hablando de patrimonios, son tantos, tantísimos, ya sean arquitectónicos, como
inmateriales y como naturales, que la Unesco ya ha expresado la idea de priorizarlos.
Veremos en qué para el asunto.
La ciudad fue fundada en el siglo VIII antes de Cristo por los comerciantes fenicios y le pusieron el nombre de Ziz, que significa flor. Luego vendrían los griegos. Sabemos de ellos entre otras fuentes porque el historiador Tucídides los nombra como habitantes del lugar en su “Historia de las Guerras del Peloponeso”. Vendrían luego los cartagineses con ocasión de las Guerras Púnicas, las de Aníbal, Asdrúbal y los Escipiones. Los últimos “invasores” fueron los aragoneses, los austríacos y los españoles. En la Segunda Guerra Mundial los aliados la bombardearon. La mafia, la famosa camorra, se apoderó de Palermo entre los años 80 y 90 del siglo pasado. La ciudad fue un infierno. La camorra asesinó a muchos funcionarios honestos, entre ellos a los famosos jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino. En la ciudad vi placas que recuerdan a estos funcionarios integérrimos.
Cómo no va a tener gloriosa historia esta ciudad, si, recopilando nombres, por aquí pasaron y dejaron su huella cultural y arquitectónica, los fenicios, los griegos, los cartagineses, los romanos, los bizantinos, los árabes, los normandos, los españoles, los austríacos y los aragoneses.
Visitamos las catacumbas de los capuchinos. Tienen a muchos monjes momificados. Lástima que no permitan hacer fotos.
Y seguimos a la catedral, de estilo árabe normando. Es inmensa e inmensamente bella. Su esbelto campanile se aprecia desde muchos puntos de la ciudad.
Con Gianna Bresan e Iván Gioia debimos escoger los monumentos porque el tiempo de que disponíamos no nos permitía admirarlos a todos. Seguimos al palacio Normanni o Palacio real, que fue sede de los reyes de Sicilia. Su capilla palatina nos dejó literalmente embelesados. La cantidad de mosaicos y pinturas, entre los que sobresalen los Pantócrator y las Teotocos, es impresionante. Creo que tomé más de 200 fotos del interior de la capilla. En un gran salón del palacio estaban exponiendo la serie de pinturas de Fernando Botero sobre la Semana Santa. Gran alegría nuestra, por supuesto, por este gran embajador de Colombia.
Los palermitanos se enorgullecen de la gente famosa que aquí nació, empezando por dos papas, San Agatón y San Sergio. Además del alquimista Cagliostro, del músico Alessandro Scarlatti, autor del famoso Stabat Mater. También nacieron aquí Lampedusa, Giuseppe
Tomasi di Lampedusa, el autor del Gatopardo, y el arquitecto Franceso Sabatini. Este nombre me suena familiar pues estudié mi doctorado en Madrid y Sabatini hizo muchos trabajos para la monarquía española y dejó entre otras obras los Jardines llamados de Sabatini que están anexos al Palacio de Oriente.
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Nada que ver. Los niños de la Guajira se mueren de hambre y los honorables se rasgan las vestiduras. No sé ante quién debo excusarme por mis palabras, pero esa actitud me parece farisaica, cínica. Si realmente estuvieran conmovidos por la tragedia donarían un día de su jugosísimo sueldo, o mejor un millón cada uno, que falta no les hace. Precisamente cuando fueron a ver a los “pobrecitos” colombianos deportados de Venezuela anunciaron al país que se reajustaban su millonario sueldo. ¡Qué asco!
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