Andrés Hurtado García
Tengo la inveterada costumbre, para mí maravillosa, de vivir las Navidades y las festividades del nuevo año, "lejos del mundanal ruido" y de la barahúnda de borrachos babosos unos, cansones todos. O en altas montañas, o en páramos, o en playas solitarias, o en desiertos, o en la profundidad de las selvas. Así las he vivido durante 40 años en nuestra Colombia las más de las veces y también en los Alpes, en Suramérica, en Asia y en África. Cada año discuto conmigo mismo sobre los posibles lugares. Las Navidades del 2013 fueron en la Cueva de los Guácharos en el Huila y en el nacimiento del río Magdalena, en el Páramo de las Papas, que se asienta a caballo entre los departamentos del Huila y del Cauca. Para las festividades recientes, las de diciembre 2014-enero 2015 escogimos la profunda solemnidad de la selva amazónica del Vaupés. Pretendíamos hacer a pie el recorrido entre el mítico raudal de Yuruparí en el río Vaupés y Villa Gladys en el río Apaporis. Lo haríamos ida y vuelta. Hace muchos años lo hice en un solo sentido en seis días.
Hay dos formas de llegar a Yuruparí que es el más importante raudal de la selva por sus connotaciones culturales para las etnias, pero definitivamente no el más bello que es el de Jirijirimo, al cual pretendo llevar en diciembre de este año a las personas que quieran viajar conmigo. Recuerdo una vez más que Jacqueline Kennedy, asesora de una importante editorial de Nueva York, lo escogió por unas fotos mías como el paisaje más bello del mundo.
El camino más obvio para Yuruparí es llegar en avión a Mitú, la capital del Vaupés y remontar durante uno o dos días el río. La duración del viaje depende de la lancha empleada, si es voladora o canoa. El otro camino, el que escogimos nosotros, fue volar en DC-3 desde San José del Guaviare a Carurú, en el corazón de la selva y desde allí descender por vía fluvial, por el mismo río Vaupés hasta Yuruparí. El recorrido dura de 4 a 5 horas.
De entrada voy a nombrar y agradecer a las personas que nos colaboraron en este viaje. El guía fue Jairo Gómez Neira quien me ha acompañado en varias travesías de selva, una de ellas memorable desde Jirijirimo hasta Mitú, por selva cerrada. Su hermano Jaime también me ha acompañado como guía en otras expediciones a la selva. Son sobrinos del mítico Tío Barbas, personaje que se asentó en la margen izquierda del Vaupés entre Carurú y Pucarón hace muchos años. Su fundo figuraba en los mapas de Colombia y como pionero que tumbó selva y llevó agricultura fue conocido en el país e incluso algunos presidentes, como Belisario Betancur, lo visitaron en sus dominios de la manigua. Los dos son "cabucos" como dicen en la selva, o sea mestizos, como hijos de blanco y de indígena que son. Yo conocí a la madre de ellos, una hermosa indígena de etnia tukana o tucana. El fundo de ellos se ubica en la margen derecha del río Pacoa que es afluente del Apaporis y se llama Villa Gladys. Este fundo marcaba la mitad de nuestro recorrido navideño por la selva. Los dos hermanos Gómez Neira tienen un sentido especial de orientación dentro de selva cerrada. Se guían por el sol cuando no llevan la brújula. Y ver el sol cuando se está hundido en la profundidad de la selva no es fácil. El hecho de hablar el tukano y otros dialectos y entenderlos les facilita mucho el trabajo. Poseen además de las mejores cualidades del indígena las propias del blanco. Son un buen compendio de los dos mundos.
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