Andrés Hurtado


Otro espectáculo de la fiesta de la “Stampede” de Calgary son los indios. Allá prefieren el término indio al de indígena. En un amplio espacio cubierto de hierba y destinado para este fin los descendientes de los indios levantan sus tipis que son, así, una de las grandes atracciones de la fiesta de “Stampede”. Los tipis son vistosos, muchos de ellos adornados con pinturas de animales o de elementos de la naturaleza. En el imaginario del mundo occidental la estampa de los tipis está indefectiblemente unida a los indios de las grandes praderas de los Estados Unidos y de Canadá. Los tipis son construcciones ligeras, carpas o tiendas de forma cónica cuyo armazón es de madera que se cubre con pieles de bisonte. Eran las moradas de los indios nómadas de las praderas y son fácilmente armables, fácilmente desmontables y fácilmente transportables.
Pero no todos los indios del oeste vivían en tipis. Los Pueblos, o sea los indios Pueblos, eran llamados así porque vivían en poblados cuyas construcciones eran de piedra y adobe. No eran, por tanto, nómadas. Los indios Pueblos vivieron hacia el centro-sur-oeste de los Estados Unidos. Yo conocí en otro viaje lo que queda de un poblado de indios Pueblos en el estado de Arizona.
En una plaza cercana a la alcaldía y que en invierno se convierte en pista de patinaje sobre hielo, durante la fiesta se organizan bailes de indios en los que pueden participar los ciudadanos y los turistas. Cogidos de la mano en un inmensocírculo bailan al son de música de tambores que un grupo de indios interpreta. Allí se ve a los jefes ataviados con sus vistosos trajes y tocados de plumas. A mí, que soy devoto de los indios de las praderas y que tengo una biblioteca de más de 100 libros sobre ellos, sobre su vida, costumbres, ritos y batallas y sobre la manera como el hombre blanco los engañó y los exterminó, me impactan sus hieráticas figuras. Tengo también las biografías de los jefes más renombrados. Al terminar el baile se despiden y abandonan el círculo montados sobre hermosos caballos. Ya sé que mucho ha cambiado de los indios de ayer a los de hoy. Y no todo es idílico y pacífico en el mundo de los indios canadienses. Hace poco el primer ministro Trudeau presentó público perdón por los desafueros cometidos contra los indios en Canadá.
En un paseo por los parques de la ciudad Carlos Andrés, mi anfitrión, me llevó a conocer el famoso puente de Calatrava. Este Santiago Calatrava es un famoso arquitecto español, diseñador de espectaculares obras en todo el planeta, entre las que se incluyen estaciones de trenes, monumentos y sobre todo puentes. Una de las críticas que le hacen es que sus puentes son todos muy parecidos. Y lo son en efecto. Conozco los puentes que ha hecho en Sevilla, Lisboa, Mérida y este de Calgary. Sí, son parecidos pero muy hermosos. La misma crítica podría hacerse entonces a nuestro escultor y pintor Fernando Botero, cuyas obras son todas muy parecidas. Santiago Calatrava ha recibido decenas, sí decenas, de premios internacionales y también decenas de títulos de universidades. Le critican también que sus obras son demasiado caras por lo que algunas ciudades le han obligado a cambiar los diseños para ajustarlos a los presupuestos. También le han criticado y por ello ha debido presentarse a estrados judiciales, que algunas de sus obras presentan fallos estructurales. En Calgary le criticaron que su hermoso puente carecía de barandas y era por lo tanto peligroso.
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