Andrés Hurtado


Andrés Hurtado García
Estábamos en el día de los inocentes de 2014. Cuando Alcides vio que yo cogía la enorme araña (Teraphosa blondi) de reflejos morados, dijo que yo estaba "rezado" y que por nada del mundo se atrevería a pesar de que vio que sus compañeros porteadores y los míos la cogieron siguiendo mis instrucciones y el animal les caminaba tranquilamente por manos, brazos y todo el cuerpo, excepto cara y cabeza. No se debe dejar caminar por la cara a estos arácnidos grandes porque cuando su piel está nueva, recién cambiada, los pelos son urticantes y producen escozor y rasquiña.
La novela sobre mi vida que escribió Gustavo Álvarez Gardeazábal en 1974 y que fue telenovela en 1984 con María Eugenia Dávila como protagonista femenino, tiene como núcleo central mi amistad con las arañas. Y ahora periodistas y presentadores jóvenes despistados, como suele suceder, cuando aparecen unas personas que me han copiado, las presentan en televisión como una maravilla y me roban el experimento. Alguna vez Caballero, el periodista de opinión de Semana y figura indiscutible del periodismo de opinión, mandó a todos los periodistas de Colombia a leer, a instruirse, a culturizarse y nadie le protestó, porque tenía razón. A mí particularmente me da risa y también rabia cuando leo a menudo: el matrimonio del siglo, la pelea del siglo, etc. con que periodistas de Colombia titulan sus crónicas sociales o de deportes.
En el siglo pasado, en todos los siglos y en la historia (¿estaré exagerando?) no habrá otro matrimonio más sonado que el del abdicado rey Eduardo VIII, que por seguir los dictados de su corazón debió renunciar a ser rey de Inglaterra, al trono de Albión, para poder casarse con Miss Wallis Simpson, una norteamericana cuatro veces divorciada, otros dicen que cinco. No hay matrimonio más espectacular que este, a menos que el papa de Roma se case con una trabajadora social, por ejemplo. Pero los periodistas despistados llaman matrimonio del siglo a cualquier matrimonio más o menos relevante y que llene páginas de revistas como Hola y otras por el estilo. Estoy muy molesto, desde luego, porque los que aprendieron de mí a jugar con arañas y escorpiones dicen que ellos inventaron el "jueguito" y los periodistas despistados e ignorantes les siguen la cuerda.
Hoy como ayer, y a la misma hora, otro diluvio nos bañó por completo. Al rato salió el sol y apenas alcanzó a secarnos un poco pues los rayos del astro a duras penas llegan al sotobosque. El susto del día de los inocentes ocurrió a las 7 y media de la noche cuando todos estábamos ya recogidos en nuestras carpas y tratando de conciliar el sueño. Sonó un disparo, que en el silencio de la noche sonó todavía más fuerte y más trágico. Revuelo, susto, ¿qué pasó? Que Libardo de un tiro certero en la mitad de la testa había matado un cachirre (caimán) de un metro largo de longitud. Todos se levantaron a ver el animal, menos Álvaro Triana que no oyó el disparo y yo que no sentí curiosidad. Casi era la medianoche cuando sonó otro disparo. Libardo había matado una lapa. Fue la noche de los disparos. Nadie se levantó a ver. Nunca como en este caso, se justifican los nombres científicos de los animales para identificarlos de un país a otro.
"Cunículus paca", le dicen los biólogos a este roedor que se encuentra en toda América desde Centro América hasta Argentina cerca de los cursos de agua en los bosques tropicales. Hay otra especie de Cunículus que vive en las montañas en los Andes centrales, como Colombia y Ecuador.
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