María Leonor Velásquez Arango


El 25 de noviembre se celebró el día internacional para la eliminación de la violencia contra la mujer, una propuesta de Naciones Unidas para poner fin a la ‘lacra mundial contra la violencia hacia mujeres y niñas’; el cual continúa con 16 días de movilización y conciencia, que finalizarán el 10 de diciembre, día de los Derechos Humanos. Esta fecha se eligió para conmemorar a las hermanas Mirabal, tres activistas políticas brutalmente asesinadas en 1960, por orden del gobernante dominicano Rafael Trujillo; y, desde 1981 mujeres de todas partes del mundo se han unido para hacer de esta fecha un símbolo de la lucha en contra de la violencia que viven a diario. Cifras de la OMS indican que la tercera parte de las mujeres del mundo se ven afectadas por algún tipo de violencia doméstica. Según datos de la CEPAL, el 45% de mujeres de la región afirma haber sido amenazadas por su pareja; en Bolivia un 52% de las mujeres admiten haber sufrido algún tipo de violencia sexual o física, seguido por Colombia y Perú con un 39% y Ecuador con un 31%.
La violencia contra las mujeres, no solo es física, también se relaciona con discriminación, menosprecio y maltrato psicológico que llegan a su máxima expresión en la agresión física. En Colombia este tipo de violencia se ha incrementado durante los últimos años, con un mayor número de denuncias y un incremento en la impunidad de crímenes relacionados con mujeres, causados principalmente por violencia intrafamiliar y crímenes pasionales. De los 184 casos de violencia en nuestra ciudad, durante 2012, 122 fueron contra mujeres, esto es una tasa alarmante del 66%.
Naciones Unidas dice que para abordar la violencia contra las mujeres de forma efectiva, se necesita un enfoque integral que incluya un abanico de variables, empezando por el gobierno en temas de normatividad, prevención y ayuda; la academia en investigación, análisis y alternativas de solución para esta problemática; así como la generación de conciencia a través de campañas sobre el alcance y el impacto de la violencia y fundamentalmente programas educativos y movilización de la sociedad. Necesitamos una transformación cultural profunda enfocada en el reconocimiento y valoración de la dignidad de la mujer, como decía Juan Pablo II en su carta de 1985 ‘Mulieris dignitatem’ "Dignidad de la mujer".
Más allá de las creencias religiosas individuales, leer esta carta me llevó a una reflexión profunda, tanto espiritual como humana, en la que entendí que la dignidad de la mujer empieza por reconocer el valor que tiene el ser ‘dadoras de la vida’; es en el cuerpo de una mujer, no de un hombre, que se gesta la vida y es ella, nosotras, en un acto de amor infinito que damos la vida para que nazca un nuevo ser. Y no solo se trata del fenómeno biológico de la gestación y el alumbramiento, se trata de nuestro ser femenino amoroso, cuidador y protector que, independientemente de ser mamás biológicas, muchas mujeres vamos expresando a lo largo de nuestra vida, sea porque exista el instinto maternal o sea porque lo hemos aprendido de las mujeres que nos precedieron en nuestra historia familiar.
Muchos de los casos de violencia que se reportan contra la mujer son ocasionados por un hombre, especialmente por la pareja; creo que cada hombre debería hacer una reflexión sobre las veces que ha ejercido violencia sobre una mujer, psicológica o física. También me gustaría invitar a cada mujer para que se pregunte si es hora de pararse en otro sitio con respecto a su dignidad y su femineidad, cuáles son esas cosas que no debería permitir, cuáles son esos límites que todavía no ha puesto, cuál es ese llamado de atención que hoy podría hacerle a su pareja, jefe, compañero o amigo. La dignidad debería ser algo que simplemente ejercemos, desde nuestra condición de persona, nuestra capacidad biológica de engendrar la vida, nuestro potencial de amor y entrega que se traducen en, eso que hoy conocemos, como inteligencia emocional. No sé si con tacones y colorete o al natural, es hora de reconocer el valor que tenemos para la construcción de una sociedad en paz.
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