María Leonor Velásquez Arango


En los últimos meses hemos visto algunos resultados de país poco alentadores en temas clave, como la calificación en las pruebas PISA; el índice global de competitividad del talento humano, donde ocupamos el puesto 71 entre 104 países; el índice de innovación global 2014, donde bajamos nueve puestos, quedando de 68 entre 143. Mientras esto sucede, los antioqueños se lo juegan todo por la innovación y la educación; en Medellín obtuvieron el reconocimiento como la ciudad más innovadora del mundo, lo que los llevó a firmar ayer el Gran Pacto de la Innovación, en el que empresas e instituciones públicas y privadas se comprometen con recursos y acciones concretas para aumentar la inversión en innovación y hacer de la creatividad y el emprendimiento los estándares de la región.
Es claro que la educación y la innovación, están demostrando ser temas clave para el desarrollo sustentable de una región, como se ratificó en las presentaciones de los países asiáticos en el foro ‘Innovación + Educación = Desarrollo’ que se realizó en Bogotá en mayo. Aunque podrían parecer temas obvios, son difíciles de llevar a la práctica porque implican toda una revolución cultural, especialmente en el papel y la importancia que damos a los niños; algunas veces pretendemos hablar de innovación, educación y desarrollo dejándolos a un lado, cuando deberían ser los protagonistas de la ecuación. Tuve la oportunidad de escuchar al profesor John Kao, fundador de la firma Edge Makers, quien ha estado trabajando en innovación durante treinta años y está muy entusiasmado por compartir sus conocimientos con los jóvenes en el mundo. Este hombre no ha tenido una carrera convencional, The Economist lo llama Señor Creatividad y el gobierno de los Estados Unidos "el sherpa innovación" por su empeño en conseguir que se haga innovación, él prefiere que le digan "activista de la innovación".
Este profesor de Harvard dice que el idealismo y la pasión de los jóvenes son los recursos más subutilizados, pues en materia de creatividad las posibilidades de un niño se pierden entre los 12 y los 13 años, falta compromiso con la innovación nacional y las estrategias de emprendimiento, el sistema educativo pone como profesores de emprendimiento, personas que nunca han hecho un emprendimiento.
Su conversación empieza mostrando un aula de clase y una sala de cirugía hace 100 años, las dos se ven bastante anticuadas; sin embargo, cuando trae estas dos imágenes al presente, resulta que mientras la sala de cirugía ha sido totalmente remodelada y cuenta con los equipos más sofisticados, el aula de clase se ve exactamente igual, niños en pupitres de cara a un profesor frente a un tablero. Y dice que esto es dramático porque los niños de hace 100 años no son los niños de hoy, las nuevas generaciones quieren ser emprendedoras y eso hace la diferencia ¿Cómo estamos esperando que se conviertan en adultos creativos si no damos espacio para sus ideas? Hay una gran brecha entre lo que los estudiantes están aprendiendo y lo que ellos necesitan saber para enfrentar los retos de este siglo.
El corazón del modelo propuesto por el profesor Kao se enfoca en ‘plantar-crecer-cosechar’ en un proceso que se desarrolla en cuatro niveles a través de una clase semanal durante 5 años, con niños entre los 7 y los 12 años, con resultados sorprendentes en materia de innovación y emprendimiento. Este gurú de la innovación dice que Colombia debería liderar un movimiento de innovación global alrededor de la paz, conectando los problemas prácticos de la sociedad con el aprendizaje de los niños, pues el camino para el cambio cultural que necesita el planeta no se va a dar con la gente mayor ‘son los niños los que pueden salvarnos’.
Cada joven puede ser un creador de límites entre el status quo y lo que es posible para generar nuevas oportunidades, cada uno tiene una idea dentro de sí que merece expresarse, no importa si es una idea creativa que quiere tomar forma, una oportunidad empresarial que busca desarrollarse o una propuesta para hacer del mundo un mejor lugar; sin embargo, sorprende que en un mundo hambriento por los frutos de la innovación no haya mucho espacio para aprender cómo hacer innovación. Lo que el modelo plantea es un cambio cultural, donde haya espacio para desarrollar nuevas capacidades al límite: la capacidad de crear y gestionar la creatividad de los demás, de comunicarse con empatía, de ser un catalizador proactivo, de colaborar con una variedad de socios diversos, de innovar y cultivar la inteligencia emocional, de liderar e inspirar para crear nuevas soluciones y llevarlas a cabo.
Me pregunto ¿Dónde están nuestros niños? ¿Cómo estamos conectando su educación con la innovación y el emprendimiento? ¿Cuáles son esos espacios que tenemos para las ideas de los jóvenes? ¿Sería posible convertir nuestra ciudad en un laboratorio de aprendizaje y creatividad en el que los niños y jóvenes hagan parte de la transformación? ¿Cuáles son los nuevos límites que necesitamos crear para avanzar como ciudad, región y país? El mundo cambió y sigue cambiando y ya no va a ser posible, como decía Einstein, resolver los problemas de hoy con la lógica del pasado, necesitamos nuevas formas de pensar y, como dice el profesor Kao, no vendrán de los adultos ‘solo los niños podrán salvar el planeta’.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015