María Leonor Velásquez Arango


María Leonor Velásquez Arango Consultora coach
Si usted ha seguido las noticias de los últimos días, probablemente ha visto algunos titulares y artículos inquietantes sobre las perspectivas para este año, como el de la carátula de Semana ¡Qué año tan duro para la economía! o el artículo de Dinero ‘Los 4 grandes retos económicos de América Latina en 2016’ que empieza ‘El panorama de la economía mundial no es promisorio y el de la Región tampoco’. Por su parte el Banco Mundial afirma que América Latina no crecerá nada en 2016 y su directora dice que se espera que 2016 sea decepcionante, por el impacto del desplome de la energía y de las materias primas. Para cerrar esta ronda, Portafolio, en su edición del 10 de enero, anota que se multiplican las predicciones en el sentido de que las cosas se van a poner más duras, y más de uno hace pronósticos que rayan en lo apocalíptico, además las cosas no pintan mejor por fuera y se advierte que las condiciones actuales se parecen mucho a las del 2008, cuando estalló la crisis financiera internacional que desembocó en recesión. Esto, sin mencionar la situación política y económica de los países vecinos o temas nacionales, relacionados con el sistema de salud, el acuerdo de paz, las tensiones políticas, la reforma tributaria, el fenómeno del niño, entre otros; además de los cambios en las administraciones, que suponen nuevas directrices y reglas de juego que, sin duda, tienen un impacto en las relaciones entre actores clave del desarrollo de cada región.
Tal vez algunos estemos viendo un panorama sombrío y pensando que la única posibilidad será apretarse el cinturón y esperar a ver qué pasa, probablemente con un sentimiento de desesperanza y un poco de fatalismo; y si todavía hay resaca de las fiestas de fin de año, es probable que la cosa se vea más complicada. No voy a decir que nos hagamos los de la vista gorda y sigamos como si nada; mi propuesta no es pararse en el sitio del que todo lo ve negro ni tampoco del que todo lo ve color de rosa, podría ser más sensato empezar por enterarse de lo que está pasando, a través de las noticias más objetivas y no de las opiniones y juicios de quienes nos rodean, reconocer que la situación es compleja pero que, como dice el director de Portafolio: ‘Nadie piensa que el 2016 va a ser un año fácil, pues han aparecido nuevos riesgos, pero es difícil sostener razonablemente que la catástrofe está a la vuelta de la esquina’.
Si usted no es el ministro de Hacienda, ni miembro de la Junta del Banco de la República, tal vez esté pensando que esto no es asunto suyo y que tocará esperar; en cambio, yo creo que es hora de avanzar en muchas de las cosas que han estado en la agenda pública en los últimos años y que a la mayoría nos parecen interesantes, como la articulación de esfuerzos, la colaboración interinstitucional, la innovación y el emprendimiento, por mencionar algunos que hacen parte del modelo de desarrollo que se ha propuesto para la ciudad.
No podemos quedarnos quietos, o esperar a ver qué pasa, ante los grandes retos e incertidumbre en el panorama internacional y nacional, que por supuesto no son ajenos al desarrollo de nuestra región, tampoco creo que sea una opción que cada uno empiece a buscar alternativas particulares para su propio beneficio; es hora de trabajar juntos y romper las barreras que nos impiden una colaboración y un compromiso real alrededor de un propósito común. La crisis que se plantea puede ser muy fuerte y la oportunidad de enfrentarla exitosamente está en la unión de esfuerzos; para lograrlo sería necesario dejar a un lado nuestros egos e intereses particulares, reconocer que solos no podemos, asumir la actitud del explorador y poner nuestro corazón y esfuerzo alrededor de un propósito común que nos ayude a avanzar. No hacerlo sería desperdiciar las lecciones aprendidas y sobre todo, correr el riesgo de que los nubarrones se conviertan en tormentas que no seamos capaces de sortear.
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