María Leonor Velásquez Arango


Varias publicaciones del fin de semana me mueven a escribir sobre un tema que considero vital para el momento actual, algo que parece simple pero que cada vez es más difícil y hasta pensamos que es imposible 'hacerlo juntos'. El blog de Francisco Manrique 'En Colombia se necesita una visión diferente del liderazgo' donde presenta un hermoso discurso de Rosita Manrique, directora de la escuela de liderazgo 'Origen', en el que cuenta una experiencia reciente, en el cierre del Congreso mundial de la organización 'Scholas Ocurrentes' en Roma, dice que el mensaje fue contundente: 'Para generar paz y progreso como sociedad, tenemos que aprender a valorar nuestra diversidad y a construir puentes de confianza con quienes consideramos diferentes' ¡Qué sencillo y qué complejo!
Cuando cada día tenemos hechos que nos demuestran la intolerancia a la que hemos llegado, vr.gr. la candidatura de Trump con un discurso que recuerda el terrible momento que vivió la humanidad por cuenta de la demencia racista de Hitler; el atentado de este fin de semana, en una discoteca de la Florida, donde murieron 50 personas como consecuencia del terrorismo islamita o de una conducta homofóbica; y sin ir muy lejos, la polarización a la que hemos llegado en Colombia bajo la bandera de la paz que, nos muestra la gran dificultad para lograr la coherencia entre lo que queremos, decimos y hacemos. Tratamos de hacer la paz desde la radicalización de posturas intolerantes que terminan alejándonos cada día más de una convivencia pacífica, en el país y en el mundo.
Otro tema que llama mi atención es la publicación, en la revista Semana, sobre el proyecto del alcalde Peñalosa con Antanas Mockus y su fundación Corpo-Visionarios, para desarrollar una estrategia de cultura ciudadana enfocada en recuperar el sentido de lo público, en 5 temas: Seguridad y convivencia, espacio público, embarazo adolescente, violencia contra las mujeres y movilidad. Es interesante que Peñalosa y Mockus se sienten juntos para trabajar en una situación compleja que trasciende las capacidades del alcalde; pero más allá, me atraen las palabras de la secretaria de cultura de Bogotá, cuando dice que el proyecto se orienta a generar prácticas ciudadanas para lograr la felicidad. Qué bueno poner la convivencia, no desde temas técnicos y lenguajes sofisticados, que a veces no tienen sentido para los ciudadanos y empezar a pensar en términos pedagógicos sobre pequeñas cosas que hacen más amable el caminar, estudiar, trabajar y relacionarse con otros; porque, al final del día, eso es lo que importa.
Finalmente, está el artículo de El Espectador 'Colombianos ¿programados para ser indolentes?'. En el contexto psicológico, una persona indolente es aquella que no se conmueve ante el dolor de otros e inclusive, de quienes forman parte de su familia. El periodista hace una interesante reflexión, pasando por diferentes estudios y escritos, sobre la incapacidad de reconocer el miedo y la tristeza en el otro y la relación, como causa o efecto, con la violencia; si ésta fuera una norma en nuestra sociedad, la pregunta sería dónde se aprende y se construye; y, podría ser que la falta de compasión por el otro, sea un asunto de clases sociales y tengamos una mayor capacidad de entender las emociones y reconocer el dolor en los que pertenecen a nuestro grupo social, mientras que somos incapaces de ver la dificultad de quienes están fuera de él. Independiente de las respuestas, me pregunto si somos conscientes de la importancia que tiene el reconocer el valor de las emociones para ser mejores seres humanos, miembros de familia, profesionales, ciudadanos y líderes.
Nuestra competencia para movernos en el mundo, construir relaciones sanas, aportar al desarrollo, depende en gran medida de ver, aceptar, valorar y conectar con el otro; dejar de pensar en lo que nos separa y empezar a identificar y trabajar juntos desde lo que nos une. Lo invito a revisar qué tanto reconoce el dolor, tristeza y miedos en usted y en el otro; cómo reacciona ante ellos, tal vez se siente amenazado, intimidado y se aleja o por el contrario, se acerca, trata de entender qué le pasa y lo acompaña.
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