María Carolina Giraldo


La semana pasada la foto de María-Teresa Tess Asplund confrontando una marcha neonazi en Estocolmo se volvió viral. La mujer afrodescendiente empuñaba su mano en alto, con la mirada fija y su cuerpo de frente a hombres blancos que caminaban sin determinarla. La noticia no pasó desapercibida para los medios colombianos y aquí, donde tenemos un gusto particular por montarnos, de manera precipitada, al bus de la victoria, los titulares fueron: “la colombiana que desafió a 300 neonazis”.
María Teresa nació en Colombia, pero es sueca, fue adoptada por una familia de Estocolmo, en Cali, cuando tenía 7 meses. Su madre biológica la parió en un hogar para niños, cuando tenía 16 o 17 años y dos días después del parto decidió darla en adaptación. La historia de vida de la señora Asplund tiene mucho más para mostrarnos que a una colombiana valiente, capaz de protestar contra el racismo y dejar el nombre del país en alto.
Según el ICBF, en Colombia nacen diariamente 408 bebés cuyas madres tienen entre 10 y 19 años, en 2014 fueron en total 659.202 nacimientos, de los cuales el 21,5% fueron de mujeres entre los 15 y 19 años de edad, mientras que el 1% fueron niños y niñas con madres entre los 10 y 14 años. Resulta sorprendente que el 99,2% de los padres de los hijos de niñas y adolescentes sean adultos.
Pero los embarazos adolescentes son también un reflejo de la pobreza y la exclusión del país, los departamentos donde se registran el mayor número de casos son: Amazonas 35,4%, Putumayo 32%, Vichada 31,3%, La Guajira 25,8%, Chocó 29,4%, Nariño 21,8%, Cesar 25,8% y Cauca 23,8%. Por su parte, las mujeres con niveles educativos más bajos inician su vida sexual a los 15 años, mientras que aquellas que tienen niveles más altos de escolaridad lo hacen a los 18. En el área urbana, el 19,5% de las adolescentes han estado alguna vez embarazadas, en el área rural la incidencia del embarazo en menores de edad es del 26%.
El embarazo adolescente representa riesgos para la vida y la salud de la madre y del bebé, pero también desencadenan profundos conflictos familiares y sociales como la deserción escolar, el matrimonio a temprana edad, que en algunos casos está acompañado de violencia y servilismo. Así mismo, genera cambios en los proyectos de vida de las niñas y adolescentes y representa la disminución de los ingresos monetarios y el aumento de la pobreza.
Muchas de las madres que dan sus hijos en adopción son niñas que no encuentran el apoyo familiar ni social para hacerse cargo de esa gran responsabilidad. Según informó el ICBF en el 2015, cerca de 2050 niños son adoptados cada año. Adicionalmente, el Instituto cuenta con cerca de 4.850 niños y adolescentes cuyas adopciones se dificultan por ser mayores de ocho años, grupos de hermanos, tener alguna discapacidad o problemas de salud permanentes. Dar un hijo en adopción, así como acogerlo como miembro de la nueva familia, es uno de los actos de amor más grande que existen, sin embargo, no deja de ser una decisión difícil para la madre biológica.
También habría que preguntarse si María Teresa: afrodescendiente, mujer, activista por los derechos humanos, fuera realmente colombiana, como lo titulan los medios nacionales ¿qué hubiera sido de su derecho a la vida?
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