Se pueden encontrar todos los inconvenientes, las dificultades y los dolores de cabeza en la familia. Como dice Jacquie Fuller "hagas lo que hagas, es inevitable que algún día, en algún momento de la vida, tu hijo se siente en el diván de un sicoanalista y diga que todos sus problemas se deben a sus padres".

Sin embargo, la familia es ese núcleo problemático, pero en la mayoría de los casos generoso y desinteresado que se encarga de nuestro bienestar. Porque somos una especie dependiente, la autonomía y el autocuidado son posibles en algunos momentos de la juventud, la adultez y en los primeros años de la vejez. De resto, necesitamos a alguien que nos asista, que vele por nuestras necesidades.

Cuidar a un niño, un adulto mayor, un enfermo o a una persona con alguna condición de discapacidad es muy costoso. Hay que invertir dinero, tiempo y medios físicos cuando se trata de atender a otro que no es capaz de valerse por sí mismo. Hay grupos de personas, como los bebés o los ancianos, que necesitan atención las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Rara vez se le da valor monetario al cuidado que se presta a los miembros de la familia que requieren especial protección; es que ni las mamás, ni las abuelas cobran salario, horas extras, recargos nocturnos, o dominicales.

Hacer el ejercicio de monetizar la atención de un niño o de un adulto mayor puede resultar muy subjetivo. Hay quienes dicen que nadie protege como la madre o la abuela, para este efecto, da lo mismo si esta ha cursado solo los primeros años de la escuela primaria, o si tienen un doctorado en educación infantil. Adicionalmente, hay personas que requieren de tratamientos especiales que necesitan una formación específica para su adecuada asistencia. Por eso, tratar de cuantificar lo que cuesta el cuidado no resulta fácil, sin embargo al hacer este ejercicio, cumpliendo con la normatividad laboral, estableciendo que los cuidadores tenga como remuneración base el salario mínimo legal vigente, el costo se puede establecer en $1.918.383 pesos mensuales.

La mayor inclusión de la mujer en el mercado laboral ha permitido que podamos contribuir con los ingresos del hogar y gozar de independencia económica, lo cual implica más autonomía en la toma de las decisiones. Esto plantea unos retos importantes en materia de la asistencia a las personas dependientes, pero también en las posibilidades reales de libertad de las mujeres, porque, mayoritariamente, somos nosotras las que seguimos encargándonos de las actividades de cuidado, es decir, se nos han duplicado las responsabilidades. También vale la pena señalar que es cada vez más común ver abuelos responsables de sus nietos e hijos haciéndose cargo de sus padres.

En las familias, la persona que asiste a los niños, los adultos mayores, los enfermos o personas en condición de discapacidad, sin importar su género, sacrifica la posibilidad de tener un ingreso propio, lo cual es muy costoso en términos de libertad. Adicionalmente, rara vez encuentran tiempo, recursos o espacios para realizar una actividad de descanso, esparcimiento o entretenimiento que no esté relacionada con las personas a su cargo. Los altos costos de atención de estos grupos vulnerables, también generan que haya cuidadores que no pertenecen al núcleo familiar y que no reciben por su trabajo una remuneración justa.

Desde las familias, los gobiernos, los partidos políticos, la academia, las empresas, las organizaciones de la sociedad civil, se deberían dedicar más espacios para pensar en alternativas de atención y asistencia de los niños, los adultos mayores, las personas en condiciones de discapacidad y los enfermos; así como en posibilidades de apoyo y acompañamiento para aquellos que se dedican a su cuidado.