María Carolina Giraldo


La post-verdad ha sido la protagonista del 2016. Este término, escogido por el diccionario de Oxford como la palabra de la lengua inglesa del año (post-truth), se usa para significar el fenómeno en el que las emociones y las creencias personales tiene más influencia en la formación de la opinión pública que los hechos y la información objetiva. En otra época le decían mentira, pero es que el lenguaje, los eufemismos y las categorías de análisis también evolucionan y se acomodan a las circunstancias propias del poder.
En Colombia estamos llenos de ejemplos de post-verdad. Este año, importantes asesores políticos electorales aconsejaron a la campaña del No para el plebiscito del 2 de octubre implementar un estrategia en la cual se dejara de explicar los acuerdos para centrar el mensaje en la indignación. “Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca” contó Juan Carlos Vélez en su ya célebre entrevista al diario La República. También manifestó que descubrieron “el poder viral de las redes sociales. Por ejemplo, en una visita a Apartadó, Antioquia, un concejal me pasó una imagen de Santos y ‘Timochenko’ con un mensaje de por qué se le iba a dar dinero a los guerrilleros si el país estaba en la olla. Yo lo publiqué en mi Facebook y al sábado pasado tenía 130.000 compartidos con un alcance de seis millones de personas.” Estas, así como otras afirmaciones hechas por la campaña del No para las votaciones por el plebiscito, fueron consideradas por la Sección Quinta del Consejo de Estado como violencia por engaño.
Hace algunos días, el representante a la Cámara del Centro Democrático Álvaro Hernán Prada afirmó en su cuenta de Twitter que “Santos cambió petróleo por Nobel y sangre por poder”. De ahí salió el rumor de que es posible comprar el prestigioso premio, al punto de que una periodista de RCN, sin hacer la investigación pertinente, responsabilizó al senador Álvaro Uribe de insinuar que el Nobel había sido otorgado a cambio de una licencia para explotación petrolera. Desde el portal Colombia Check han hecho seguimiento al contenido del tuit de Prada y han podido establecer que: 1. El Representante no ha sido capaz de sustentar su afirmación con hechos y datos. 2. Que el senador Álvaro Uribe ha manifestado no estar de acuerdo con esa información acerca de la posibilidad de comprar el premio Nobel, como lo planteó la periodista de RCN. 3. Que la señora que hoy preside el Comité Noruego que entregó el premio Nobel de Paz dejó de trabajar en la industria petrolera en el año 2007 y que la concesión de exploración en Colombia a la compañía Noruega se entregó en el 2014.
Pero no fue por Colombia que el diccionario de Oxford se decidió por la post- verdad como la palabra del año. Los resultados del Brexit y la elección de Trump fueron fundamentales para esta escogencia. En estos dos procesos electorales también se usó información falsa, difundida desde portales sin historia, reputación o credibilidad que buscaban apelar al sentimiento, la indignación y los prejuicios como mecanismo para ganar votos.
La post-verdad toma especial relevancia en esta época donde las redes sociales se han convertido en uno de los principales canales para compartir y acceder a la información. Aquí hay que tener en cuenta un factor relevante: los contenidos que se difunden por medio de estas aplicaciones no cuentan con un trabajo de curaduría, edición, verificación e investigación que aún utilizan algunos de los medios de comunicación tradicionales, sobre todo, los más serios y prestigiosos. En este sentido, toda persona puede subir cualquier información y debido a los mecanismos de búsqueda y publicación de estas aplicaciones, donde se utilizan algoritmos para definir qué aparece priorizado en los muros y en los buscadores, se termina leyendo, oyendo, viendo y consumiendo lo que el ciudadano aspira a leer, ver y consumir. Adicionalmente, las redes sociales dan la posibilidad de bloquear y silenciar a todos aquellos usuarios que dicen y comparten cosas que no nos gustan, que nos parecen incómodas. Así, terminamos informados por aquellos que reproducen los contenidos sobre los cuales ya estamos convencidos e ignorando esos que cuestionan nuestras creencias y prejuicios.
Para contrarrestar esta situación se empiezan a desarrollar aplicaciones y proyectos periodísticos como Colombia Check que buscan detectar afirmaciones e informaciones falsas. En este mismo sentido, el periódico Le Monde ha anunciado que está trabajando en un sistema informático que permitirá determinar la autenticidad de las fuentes y los portales que difunden las noticias que circulan por Internet. Asimismo, habrá que esperar las decisiones que tomen los tribunales sobre las campañas políticas sustentadas, principalmente, en post-verdades. Esta realidad también implica para los ciudadanos una nueva responsabilidad: aquella de evaluar la calidad, la naturaleza, la procedencia y la seriedad de las fuentes y de la información que consumimos y compartimos.
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