María Carolina Giraldo

Maria Carolina Giraldo Vejarano
Importantes economistas andan dando vueltas a una discusión sobre si el proceso de modernización de Colombia, en el marco del post conflicto, debe centrarse en una política de restitución de tierras o en el mejoramiento del acceso, la calidad y la pertinencia de la educación. Por eso el domingo pasado el exministro Rudolph Homes, en su columna de La Patria, preguntaba si el modelo debía basarse en fincas o en becas. Este debate no deja de sorprenderme, no veo la necesidad de hacer una priorizaron entre dos temas que son fundamentales para la modernización del país, así como para alcanzar una paz duradera y estable.
Respecto a la educación parece no haber discusión, en materia teórica y retórica existe un consenso sobre la importancia de la misma para superar la inequidad y mejorar la capacidad del país para la elaboración de bienes y la presentación de servicios con mayor valor agregado. La preocupación de los economistas parece ser la forma como se logra mejorar el acceso, la calidad y la pertinencia, teniendo en cuenta los pocos réditos políticos de la inversión en educación -que son de largo plazo- y la burocratización
del sector.
La discusión, en cambio, se centra en si vale o no la pena continuar con el programa de restitución de tierras y asignación de baldíos. En Colombia el campo no solo pertenece a las élites latifundistas, como los plantea el profesor Robinson en su propuesta publicada en El Espectador el 13 de diciembre pasado. Son muchas las formas de tenencia de la tierra en el sector rural colombiano y una de ellas es el pequeño campesino que, obligado por las armas o por el mercado, se dedica a los cultivos ilícitos. Esta es la primera parte de una cadena que alimenta el conflicto colombiano, darle la espalda a esa realidad es hacerse el ciego sobre una de las principales causas de violencia en Colombia, el narcotráfico. Ignorar el campo significa dejar ese territorio a manos de los latifundistas y lo señores de la guerra, es decir, mantener la tensión y el conflicto.
Al mismo tiempo, este debate se ha centrado en una visión bastante bucólica del campo, como si las labores agropecuarias estuvieran opuestas a la modernidad. En el sector rural se desarrollan nuevas tecnologías y se implementa el mejoramiento de los procesos productivos. También se trabaja con software para monitorear la productividad y demás variables económicas de los negocios. En Caldas, para no ir más lejos, tenemos uno de los centros especializados más importantes del mundo en investigación, ciencia y tecnología del cultivo del café -Cenicafé-. Creer que la modernidad es tener a unos nerds sentados en oficinas en la ciudad desarrollando software y juegos de videos es una visión corta y romántica de la misma.
Es evidente que el proceso de restitución de tierras y asignación de baldíos será un fracaso si solamente incluye la entrega al campesino de 4 hectáreas y una mula. Para que éste sea exitoso tendrá que ir acompañado de los instrumentos financieros y las herramientas tecnológicas que permitan a la gente del campo explotar su parcela de manera eficiente y competitiva. Así las cosas, si lo que se busca es la modernización del país, sustentada en una paz duradera y estable, la priorización que debe hacerse es entregar las primeras becas a los beneficiarios del proceso de restitución de tierras y asignación de baldíos.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015