La Industria del Holocausto, de Norman G. Finkelstein, es un libro interesante, revelador y polémico, donde su autor denuncia la explotación con fines políticos y económicos que hacen los líderes judíos del sufrimiento de las víctimas del holocausto nazi. Finkelstein es judío estadounidense, hijo de supervivientes de los campos de concentración. Ph.D en Ciencias Políticas de la Universidad de Princeton, experto en judaísmo, sionismo y en el conflicto palestino-israelí. Su libro condensa una investigación histórica rigurosa sobre el holocausto judío y desde su publicación no ha parado de generar controversias por las vehementes denuncias.
Finkelstein sostiene que uno de los mayores peligros para la memoria de las víctimas del nazismo procede de aquellos que se erigen en sus guardianes. De hecho, denuncia la extorsión que los grupos de presión de las organizaciones judías han sometido a Suiza, Alemania, a los países de la Europa del Este y a los legítimos reclamantes judíos del Holocausto. Hace un sesudo análisis donde señala que los fondos de las indemnizaciones no han sido utilizados para ayudar a los supervivientes, sino para mantener el funcionamiento la industria del Holocausto.
Examina cómo desde el triunfo de Israel en la guerra árabe-israelí de 1967, el Holocausto se convirtió en el eje de la política de los judíos en Estados Unidos. Y cómo en los siguientes años de la Segunda Guerra Mundial, las principales organizaciones judías en Estados Unidos restaron importancia al Holocausto para adaptarse a los intereses de la política exterior de ese país.
Asegura que las élites judías en Estados Unidos tenían reparos con respecto a la creación de un Estado judío, porque creían que los dirigentes judíos de izquierda de la Europa del este se sumaran a la órbita soviética. Argumenta que tras la victoria de Israel en la Guerra de los Seis Días, Estados Unidos decidió incorporar a Israel como un valor estratégico de su política exterior en el Oriente Medio.
Analiza profundamente desde cuando Estados Unidos comenzó a destinar todo tipo de ayuda económica y militar con el fin de convertir a Israel en pieza clave de su poder en el Oriente Medio. En consecuencia los judíos pasaron a formar parte de la defensa de los intereses geoestratégicos de Washington en el Oriente Medio. Viraje que en su opinión se originó por dos motivos. El primero, Israel se convirtió en un valor estratégico para la política exterior de Estados Unidos. El segundo, la comunidad judía estadounidense paso a ser una fuerza política y económica trascendental en la política interna y externa de Estados Unidos y determinante durante la Guerra Fría.
Finkelstein indica que antes de la guerra árabe–israelí las referencias del Holocausto eran escasas, pero a partir del triunfo de Israel, esa industria brotó por su supremacía militar. De suerte que el recuerdo del Holocausto pasó a primer plano y se empezó a considerar que la situación de un Israel vulnerable sería similar a la sufrida por los judíos en Europa.
Para Finkelstein no fue el aislamiento, ni el miedo de un segundo Holocausto lo que generó que las élites judías en Estados Unidos pusieran en marcha esa industria, sino el poderío militar de Israel en la Guerra de los Seis Días.
Entonces, fue cuando para las élites judeo-estadounidenses recordar el Holocausto se transformó en valor determinante. Por eso es que el dogma del eterno odio a los judíos se transforma en una cortina de humo para inmunizar a Israel y a la comunidad judía de las hostilidades en contra de los árabes y pieza fundamental de su política en el mundo.
Para Finkelstein los estudios del Holocausto están repletos falacias y son dudosos los testimonios de gran parte de los sobrevivientes, porque muchos judíos que habían vivido en otros lugares durante la guerra se hicieron pasar por sobrevivientes de los campos de concentración y otros reinventaron su pasado para recibir la indemnización alemana.
Finalmente concluye que en los últimos años la industria del Holocausto se ha convertido en una red de corrupción y extorsión, porque cuando los alemanes o los suizos se niegan a pagar una indemnización, el cielo no es suficientemente grande para abarcar la indignación de la comunidad judía estadounidense, pero cuando las élites judías roban a los supervivientes judíos, no se trata de un problema ético, sino una simple cuestión de dinero.
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