Nuestro terruño ha sido visitado por afamados visitantes quienes por sus estudios y ruta científica han dado pasos por el mundo buscando lo más bello y mejor para propiciar sus investigaciones.
Recordemos hoy a uno muy importante fallecido el 6 de mayo de 1859 en Berlín; se trata de Alejandro Humbolt conocido mundialmente por sus exploraciones naturalistas, fundador de la climatología, la morfología terrestre, la geografía física de los mares y las plantas; tuvo brillantes éxitos en lo referente a astronomía, botánica, zoología, mineralogía; dejó en sus escritos los interesantes resultados de sus investigaciones.
Sabio hombre que forma parte de otros sabios que visitaron nuestra Patria y algunos se quedaron en ella mucho tiempo: Bonpland, Mutis, Codazzi entre otros quienes elogiaron la belleza en que habitamos.
Humbolt vino a nuestra Patria, navegó por el río Magdalena, de Bogotá pasó a Ibagué, Cartago y Popayán siguiendo hasta Ecuador; viajero infatigable admiró lo encontrado en su paso por Cartago; se sabe que admiró el nevado del Ruiz gracias a los estudios realizados antes por don José Celestino Mutis.
Todos se extienden en elogios: primero a los habitantes de estas tierras en quienes reconocen espíritu de trabajo, servicialidad, alegría, creatividad; a Humbolt por ejemplo le llamó la atención el transporte de silla a la espalda que no conocía; todos avizoraron progreso para esta tierra y en verdad no se equivocaron.
Todo esto quiere decir que habitamos una bella tierra que nada tiene que envidiar a las del lejano continente, que hemos heredado una historia a la cual no podemos ser inferiores.
Está bien y muy bien el querer ir a otras tierras y países: a estudiar, trabajar, conocer, pero sin dejar de admirar lo nuestro como valioso y digno de cariño y aprecio; a veces por mirar hacia afuera despreciamos o no valoramos lo nuestro, nuestra raza e historia con todo lo positivo que posee.
Sucede algo parecido en lo referente al conocimiento y seguimiento de Dios: nunca estamos contentos con lo que creemos, nos pasamos buscando novedades, esplendores, rarezas, magnificencias, hechos extraños y no nos damos cuenta que en Jesús de Nazaret están estabilizadas todas las preguntas y respuestas, el sustrato del pasado, el presente y el futuro, el horizonte permanente de la belleza y la esperanza.
Nos parecemos a aquella bella narración: Un tiburón acaba de nacer en el océano, sus padres le acompañan en sus primeros avances marítimos; de repente el pequeñín pregunta a sus padres: dónde está el mar, quiero conocerlo y disfrutarlo; pues hijo, le dijeron, simplemente abre bien los ojos y goza, pues estás en él, has nacido en él.
Así nosotros: vivimos por Dios y en Él; creer es percatarnos de tan hermosa realidad, horizonte de vida.
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