Jorge Raad


La historia de la medicina colombiana puede dividirse en varias etapas, de acuerdo a las creencias y posibilidades que se han desarrollado desde los primeros pobladores. Igual ha sucedido en otros países americanos.
Ayer, existían enormes diferencias entre la medicina que se practicaba en Colombia y la evidenciada en Canadá, los Estados Unidos de América o Europa o Suráfrica, sin mencionar a Asia, porque ha atendido a otras tendencias y prácticas. Entre finales del siglo XIX y mediados del XX, los pacientes iban al exterior para procedimientos complejos, ya sea con recursos propios o familiares, la incipiente seguridad social o hasta la ayuda humanitaria.
Hoy esas distancias se han acortado o eliminado, en algunos casos la medicina colombiana ha superado a la que se practica en otros territorios. Poco a poco se fue equilibrando el ejercicio de la medicina porque los médicos se capacitan en el exterior regresando al país, para establecer los procedimientos modernos. Además se ha optimizado toda la estructura sanitaria: hospitales, clínicas, instrumentos y personal no médico, comenzando por las enfermeras. Las Escuelas de Medicina han sido esenciales en este cambio
Los pacientes ya no tienen que viajar para reemplazos valvulares cardíacos, implantación de válvula cerebral, injerto de aorta o cirugía de cadera, por anotar cuatro característicos ejemplos. Los pacientes comenzaron a tener confianza en la medicina colombiana evitándose esos viajes que definitivamente son complicados para todos.
De uno o dos centros especializados en Colombia, el propio avance de la medicina en el país comenzó a extenderse a otros núcleos localizados en distintos lugares en donde el paciente es tratado con similares resultados a los logrados en otras partes. Con ello ha ganado el paciente, su familia y la sociedad en general.
Hoy nadie debe viajar al exterior a lo máximo tendrá que recurrir a centros asistenciales dentro del país con mejor infraestructura, más tecnología y adecuado recurso, mejor que talento, humano. Aunque hay casos de remisión de pacientes dentro del país o del departamento, que causan al menos escozor por fallas ostensibles en el cumplimiento de las normas.
El caso de la paciente que ha querido ser tratada experimentalmente en el exterior, es ideal para llamar la atención reiteradamente sobre un asunto que les compete a todos los colombianos, en especial sobre su salud y en consecuencia con las posibilidades de vivir o morir. Como norma universal, la vida por encima de cualquier consideración sigue siendo válida, cualquier cambio debe tener argumentaciones y decisiones que respeten la Constitución, las leyes y la individualidad de la persona.
Del caso se derivan dos temas distintos: Uno, es si el procedimiento, financiado, se debe hacer en el exterior, lo cual es deseable siempre y cuando no exista una terapia igual o al menos con resultados similares bajo condiciones estándares, porque ni en el país ni en el exterior nadie le puede ofrecer con seguridad un resultado adecuado del ciento por ciento. Ahora bien, el paciente tiene absoluta libertad para ir a donde le plazca con sus recursos a recibir la terapia que desee.
El segundo aspecto, es el tratamiento experimental, como ha sido mencionado públicamente. La responsabilidad de recibirlo o no, es de la absoluta competencia del paciente, cualquiera que fuere. Deben tenerse en cuenta las complicaciones y los resultados finales. La experimentación en humanos tiene rígidas normas para proteger los intereses de los pacientes. Por ello, la experimentación da probabilidades, como toda terapia, y el paciente o sus responsables deben ser conscientes de ello.
Igualmente, al paciente tienen que plantearle alternativas terapéuticas y sólo él o sus responsables, pueden decidir. Muchos pacientes para diversos procesos, se deciden por opciones no siempre serias asumiendo los costos de sus terapias, ello es de su completa responsabilidad
Finalmente, no pueden los integrantes de la comunidad someter su vida al yugo del exclusivo manejo financiero. ¿Cuánto vale una vida? Toda la sociedad tiene derecho a la compasión pero la razón debe prevalecer.
Nota: La reflexión y decisión sobre la muerte debe ser constante sin convertirse en una esclavitud
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