Jorge Raad


Cada vez con más entereza y dedicación se defiende a los niños, quienes merecen un cuidado especial, a diferencia de tiempos remotos. En la actualidad son seres que tienen un sitio privilegiado en la sociedad, en primer lugar por ser pequeños y en segundo lugar porque tendrán la conducción material y moral de la sociedad del futuro.
Para ellos se dictan normas, se divulgan formas para combatir abusos, se clama para que tengan la vida que se merecen durante las primeras etapas de crecimiento, se protege el derecho a la escolaridad, se rechaza que sean incorporados a labores inadecuadas, se abomina que se incluyan en fuerzas ilegales y, en general, hoy aparece el niño como el ser que hay que defender a ultranza.
Nadie discute lo anterior, pero no pueden ser olvidados los padres, quienes se desempeñen en cualquier profesión u oficio, o estén desempleados, así como los discapacitados y, obvio, los que han entrado en la sexta década de la vida, pensionados o no, aunque leyes y algunas personas consideren personas que han entrado en el ocaso, en decadencia y absurdamente en incapacidad absoluta. ¡Error!
Hace unas pocas horas, a la vuelta de la esquina de un colegio, rayando las siete de la mañana, un padre de familia conducía su vehículo. De la puerta de atrás, por el lado derecho, descendió un niño con su morral, mientras hacían un pare. El jovencito cerró la puerta y de inmediato cruzó por la parte posterior del carro, por un reducido espacio que le dejaba el automóvil que le seguía en la hilera.
Venía despacio una motocicleta por el lado izquierdo en contravía, sobrepasando los automotores, y el infante sin mirar, o haciéndolo en una milésima de segundo, fue atropellado por la moto, al parecer sin mayores consecuencias, solo con el inmenso susto tanto de él como de su papá y su hermano que iban en el auto. Luego del golpe de la moto, el padre se asustó y dejó deslizar unos centímetros su vehículo e impactó al que venía atrás. Se evidencian no menos de cinco faltas que pudieron terminar con la vida del menor.
El ejemplo es la evidencia de los riesgos a los que se están sometiendo a los niños y también a los adultos por proteger a aquellos en Manizales, cuando las vías se convierten en nudos de vehículos ya que paran sin control para dejar o recoger a los niños.
Hay sitios conocidos en donde la congestión es tal que se interrumpe durante largos minutos el tránsito, pero ese no es el problema esencial, que puede ser resuelto con medidas de tránsito elementales, los manizaleños son pacientes, pero esta cualidad no es la solución permanente.
Lo fundamental es que se proteja a los niños, incluso a los adultos, cuando se exponen al tráfico al ingresar o descender de los autos, arriesgándose a lesiones que podrían ser letales. Las autoridades de tránsito y educativas deben adoptar medidas severas para proteger a los infantes, sus padres o sus cuidadores.
Los colegios, privados y estatales, tienen la obligación de instruir a sus estudiantes sobre el valor de la vida de cada uno y enseñarles a defenderla en las actividades cotidianas, como la exposición indebida al tráfico automotor cuando la aglomeración está en su plenitud. Y las autoridades tienen el compromiso ineludible de fomentar y proteger estas acciones de defensa de los niños y de los adultos, ejecutando acciones para promover que los niños tengan seguridad al entrar o salir del establecimiento educativo.
Nota: Pasan los días y en Manizales, Ciudad Universitaria, hay silencio público sobre el Hospital Universitario.
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