Cada vez hay momentos más frecuentes en la vida de los seres humanos que son verdaderas encrucijadas. Cuando lo que antes era nítido e indiscutible se vuelve confuso. En medio del lógico cambio en la vida de relación de las personas, llegan teorías que tratan de imponerlas como ciertas e inclusive quieren plasmarla en leyes que atentan contra la misma Constitución.
Que la Carta Magna se modifique, porque hay intereses personales o de grupo que no comparten la mayoría o se construyen para no respetar la minoría, según cada caso, es posible en medio de una absoluta falta de conocimiento esencial sobre realidades y una estrategia para apartarse de una verdad sabida, aceptada y divulgada sin límite. En ausencia de estas tres condiciones, la simple existencia y experiencia enseña el camino de lo verdadero.
Desde cuando el ser humano evolucionó a Homo sapiens sapiens, supo de la diferencia consciente con los otros seres vivientes de la naturaleza, entendió que él y sus semejantes eran ellos y no otros animales. Comprendió lo lejos que estaba de aves o reptiles.
En Colombia, por teorías importadas y campañas financiadas, aparece y se quiere imponer la confusión entre el ser humano, un animal de características especiales y connaturales, con otros seres inclusive vertebrados y mamíferos.
El ser humano tiene diferencias trascendentales dentro del complejo zooantropológico, al menos en las connotaciones: biológicas, filosóficas, teológicas, jurídicas y afectivas, con los demás seres vivientes. Eso lo va aprendiendo desde la infancia, inicialmente por intuición, con o sin mascota.
No siempre se comparten las posiciones y expresiones del señor Procurador de la Nación, pero el concepto 006075 del 4 de abril, dirigido a la Corte Constitucional, es una pieza magistral en la ubicación y defensa fundamental del ser humano. Sin embargo, se le debe reconocer su franqueza persistente cuando defiende sus propias creencias y aquellos asuntos polémicos, frente a la vida institucional del país o las conductas de los colombianos.
Con motivo de los derechos que se le quieren otorgar a los animales, produce un alegato. El procurador tiene en este tópico una claridad meridiana al entender y expresar acertadamente, el significado del ser humano y los otros animales en el contexto de la naturaleza.
Igualar a los seres humanos, entre sí, en su esencia como poseedores de derechos y deberes es una obligación de Estado y de las sociedades. Pero tratar de equiparar a las personas con otros seres de la naturaleza, por muy queridos que sean, es algo que debe merecer un intenso rechazo. Igualmente se debe aceptar la propia connotación natural de otras especies.
Decía un emérito maestro de virología médica, refiriéndose a las investigaciones con animales y la transferencia de los resultados a los humanos que ratón es ratón, u otro animal, y no es persona. Ello, ampliamente, a pesar de todo, sigue siendo y será válido.
Siempre se ha dicho que los derechos son correlativos con los deberes. Nadie puede exigirles deberes, en la concepción clásica, a los animales por muy ligados que estén al ser humano. No hay obligación de un animal a proceder de una u otra forma frente al ser humano u otro animal.
Lo más difícil de entender es que a los animales se les reconozca que tienen dignidad, una cualidad intrínseca de los seres humanos que debe ser respetada. Como todo puede ser posible en el mundo de lo absurdo, ello ha sido sustentado ante la Corte. Sin importar considerar las verdaderas intenciones del accionante, ello también hay que objetarlo.
El ser humano es único en la naturaleza, está probado. Investigaciones futuras o evoluciones podrían desvirtuar este criterio, pero mientras tanto hay que entenderlo así. No como el rey omnímodo, en el otro extremo que se ha pretendido, sino como una unidad biodiversa dentro de un sistema natural en el que debe convivir con otros y admirarlos.
¿Tendrán obligación las gallinas de poner huevos; las vacas de producir leche; las serpientes de matar o los toros bravos de herir?
Nota: En una Ciudad Universitaria es prioritario subsidiar impresos, alojamiento, alimentos y transporte.
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