Jorge Raad


La semana anterior el prestigioso periodista vasco Iñaki Gabilondo, recibió una pregunta, sin respuesta conocida por este columnista, de uno de sus oyentes: ¿Para qué sirve el rey? La réplica compete principalmente a los ciudadanos, ya sea que vivan dentro o fuera de cada territorio en donde poseen la figura monárquica dentro de su constitución y por ende tiene impacto en la vida de cada quien ya sea de manera directa o indirecta.
Las contestaciones implican infinidad de posiciones pero las incontrovertibles se encuentran en las Cartas Magnas que rigen en los diferentes espacios delimitados y reconocidos por sus vecinos.
En Colombia la aplicación de la pregunta relacionada con el entorno nacional tendría que hacerse así: ¿Para qué sirve el presidente? Igualmente debería ser extensiva a gobernadores, alcaldes, congresistas, diputados, concejales, secretarios estatales de toda índole y a cuanto personaje que cumpla una función pública o privada.
¿Tendrán presente todos los electores o quienes nombran o quienes nominan, cuando ejercen sus actos la utilidad de quién recibe el beneficio de su decisión? ¿Todos los electores del 2014 en Colombia tenían nitidez sobre la utilidad funcional de su elegido? La respuesta es un no, contundente.
De otro lado los seres humanos tendrían que hacerse la misma pregunta: ¿Para qué sirven los humanos? Y ¿Para qué sirven los ciudadanos? Aquí las respuestas son tan variadas como cada persona que se atreva a pensar sin las cadenas mentales que se ha impuesto o le han forzado a tener a través del tiempo. Pero indudablemente el interrogante debiera ser más simple para la mayoría de la población pero en la realidad ello no ocurre así, aunque existe la filosofía popular a manera de respuesta.
Alfredo Pérez Rubalcaba, secretario actual de Partido Obrero Español, PSOE, ha dicho ante su retiro de la Cámara de los Diputados que ser miembro de ella es el máximo honor de un político. Tiene razón y no pareciera que en Colombia ser congresista sea la máxima distinción que un político puede alcanzar. Allí es donde tiene plena libertad para construir el país. Con sus proyectos, argumentos a favor o en contra y finalmente con su voto determina el marco legal de la Nación, no hay un mejor escenario para quien ejerce la política plenamente. Igual sucede a nivel regional o local con los diputados o concejales, Lo demás son arandelas que lo pueden adornar si es para beneficio general o perjudicar a él o a sus conciudadanos si lo que busca es su propio y único provecho.
El historiador británico Henry Kamen escribió en el último párrafo de su libro: Brevísima Historia de España, editado por Espasa en el 2014, que la terminología de derecha e izquierda ha perdido su objetividad por cuanto solo se aprovechan de la población vulnerable. De igual manera se ha pronunciado Joaquín Estefanía, -quien escribió previamente: Democracia sin Política 2014-, en La Debilidad de la democracia, cuando menciona que cada vez hay una distancia más perceptible entre gobernantes y gobernados, entre élites y ciudadanos y que la contradicción está substituyendo a las más clásicas derechas e izquierda.
Planteadas así las cosas se concluye, recordando una frase: No hay nada nuevo bajo el sol,-o el cielo o como se quiera decir-, que indica una realidad común porque de lo contrario las verdaderas creaciones e investigaciones no tendrían lugar a posicionarse en los altares, unos reales y otros ficticios, de la ciencia, la tecnología y el arte.
Expresa además Joaquín Estefanía que la recuperación económwwica, refiriéndose a España, será pócima suficiente para relegar todos los demás problemas estructurales. En Colombia hay que pensar y estar alerta sobre esta encrucijada que está ahí.
Los niños sufren en la inmensa mayoría de los países. Ahora en España, con motivo de las vacaciones de verano, va a tener carencia de comedores escolares. Cientos de miles de niños sin la única comida diaria. En Colombia pasa lo mismo, cuando la indiferencia general sin soluciones inmediatas es la etiqueta que justifica el no actuar.
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