Jorge Raad


No debe ignorarse la vocación que pretenden tener quienes inician estudios universitarios y luego demostrar fehacientemente a lo largo de sus años de preparación. Posteriormente tendrán que evidenciar sin restricciones la disposición que los impulsa continuamente.
La actitud compete a todos quienes reciben la educación superior sin ningún límite de área. Todas las instituciones formadoras deben fortalecer la disposición que deben ostentar sus estudiantes.
Indudablemente, actitud y aptitud son obligatoriamente complementarias. Una sin la otra, ejerce sobre el ser humano, en cualquier sector laboral, una presión que termina por deformar el ejercicio profesional u oficio equilibrado, que debe estar libre de sesgos perjudiciales.
¿Quién define hasta donde debe llegar la actitud y la aptitud? Para la actitud no hay límite. Cualquier disminución influirá negativamente, consciente o inconscientemente, en el fin fijado por quien ha determinado ejercer cualquier actividad.
La aptitud es una cualidad intrínseca, permanente e indelegable de quien quiere prestar un servicio, sin importar la disciplina a la que se ha dedicado voluntariamente.
Sin embargo, hay sombras en el presente y en el futuro que deben desvelarse si se quiere un ser humano integral en su trabajo cotidiano aunque aparentemente ello no concierna a todos los ciudadanos. Pero, precisamente por ser pobladores de la República de Colombia, deben conocer la realidad del origen de la Patria.
Con motivo del 7 de agosto pasado, nuevamente se hizo un sondeo tan simple que puede ser irrisorio y quizá por ello desdeñable. Sin contar, paradójicamente, el número de banderas enarboladas en este día, que coincidió en domingo. Se les preguntó a 60 estudiantes universitarios que pensaran en cinco personajes que intervinieron en la Batalla de Boyacá.
Para tristeza inmensa, una no atinó a recordar, es mejor pensar que se le olvidó lo que fue y significa la Batalla emblemática de Colombia a identificar que no tenía idea del asunto. Los demás pensaron en Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander y dos llegaron a tres. Era imposible que recitaran los nombres de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco o el de Francisco José de Paula Santander Omaña.
No recordaron a José Antonio Anzoátegui, José María Córdoba, Juan José Rondón, Carlos Soublette, José María Barreiro, Sebastián Díaz, Francisco Jiménez. Y, por supuesto, ni siquiera del soldado Pedro Pascasio Martínez
¿Y, los demás? ¿Dónde quedaron los otros héroes y los derrotados? En la bruma, en donde no es posible afirmar ni el olvido ni la ignorancia. ¿Qué pasaría si se les indagara por una descripción elemental de la Batalla?
Se supuso que aparecería un profundo desconcierto en donde es permitido pensar: ¿Y, eso para qué sirve? Para nada materialmente, incluyendo la producción directa o indirecta de recursos. Pero, si es fundamental para construir una ciudadanía consciente y completa.
Las universidades y otros centros de educación superior deberían ofrecer en sus ciclos académicos varios cursos obligatorios, pero pudiendo ser aprobados demostrando suficiencia, que son indispensables para un ejercicio completo de sus profesiones u oficios en Colombia: Gramática, su ausencia es inconcebible; historia de Colombia; geopolítica; etnología; elementos básicos de bellas artes y por si fuera poco la lectoescritura que se ha ido perdiendo aceleradamente por una tecnología mal entendida y aplicada.
Si bien es cierto, hoy quienes cursan estudios superiores manejan admirablemente todos los adminículos tecnológicos que les proporcionan informaciones y comunicaciones al instante, hay necesidad que quienes ingresen a ellos tengan una idea clara de lo que han significado los hechos esenciales, históricos-políticos, que hicieron posible a Colombia.
Se hace necesario que los estudiantes se fortalezcan, durante su ciclo superior, identificando las verdades o los engaños largamente repetidos, los conceptos que implican nacionalidad. Deben entender la importancia histórica del país, teniendo la obligación de formarse su propio criterio. No saber que en el siglo pasado hubo una Junta Militar de Gobierno o ignorar a sus integrantes, es una falla, pero no conocer o analizar su impacto en la vida del país es inaudito.
¿Qué dirán de: José de San Martín, Bernardo O´Higgins o José Martí
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