Jorge Raad


1. No siempre es fácil hacer distinguir entre lo legal y lo moral, algunos introducen lo legítimo. Desde la antigüedad el tema ha servido para extensas y profundas disquisiciones que indican sus significados intrínsecos y la concepción personal o colegiada, según sea el caso. Sabios, filósofos, juristas, clérigos, gobernantes, legisladores, fieles, infieles, caudillos y políticos entre otros, han aportado sus tesis. Desde lo simplemente jurídico y por lo tanto del Estado que se declara de derecho en conjunción con la determinación de la sociedad, lo legal debe imperar por encima de cualquier consideración.
Muchos de los actos de los seres humanos tienen imprescindible y válidamente connotaciones legales, por lo cual se valorarán sus acciones u omisiones en concordancia con la Constitución o norma que la substituya o la complemente, que los rigen, con el necesario respeto de la comunidad.
Sin embargo, cuando los actos son legales sobreviene, en muchos sectores de la sociedad, la argumentación sobre la cualificación de la moralidad de sus acciones, en lo positivo y lo negativo, lo que trae como resultado en la sociedad diferentes interpretaciones, dependiendo de intereses individuales o colectivos.
Lo seguro es el apego a la Constitución y a las leyes, aunque en la interpretación de ellas intervenga la condición de la hermenéutica jurídica por los jueces y magistrados. Lo moral es un terreno que merece más análisis, que debe ir más allá de una simple evaluación por quien tiene en un momento dado la oportunidad de calificar la actuación de uno o varios seres humanos.
La moralidad de uno no siempre coincide con la de otro, sin detrimento de la valoración de la moral que compete y obliga a una determinada comunidad. En sociedades heterogéneas como la colombiana no se puede castigar o premiar indiscriminadamente, bajo el acápite de moralidad a una persona, salvo que haya reconocido y practique una determinada religión, filosofía o costumbre y por lo tanto entre quienes lo consideran su correligionario y él acepta esta condición, entonces si puede ser valorada pública o privadamente su acción, según sean sus particulares normas.
No debe emplearse indiscriminadamente lo moral, para valorar la acción de una persona, quien no debe estar sometida a los vaivenes personales de los juzgadores, que esgrimen sus teorías fundamentalmente para sancionar, muy poco para ensalzar. Muy diferentes a los jueces. Nadie es dueño absoluto de la moralidad ni todos son subordinados a una determinada valoración. Salvo los actos contra la moral pública sancionados en las respectivas normas legales.
Hay moralistas con un gran sentido de lo humano, como debiera ser, y por lo tanto de la evaluación franca del comportamiento. No están dando mandobles por los cuatro puntos cardinales. Son respetables, comprendidos y acatados, en lo pertinente, por la dignidad moral de sus intervenciones.
No siempre hay claridad en estos conceptos y vienen las confusiones comprensibles porque se ubica a las personas dentro del compartimento legal, que es lo acertado, y paralelamente se le confunde a él o a otros, con la demanda de la infracción moral, no siempre justa, en la que está inmerso, por sus actuaciones. De nuevo, sobreviene el terror a los fundamentalistas, sin importar en que asunto se desenvuelven.
2. La educación es un tema infinito. El reconocido médico Jim Yong Kim, un líder de las nuevas estrategias en educación, visitó un centro en Chontabamba, Perú, para observar el avance del programa apoyado por él. Allí existe una de las 13 escuelas públicas con una excepcional infraestructura, profesores con envidiable cualificación y estudiantes con elevado rendimiento. A ello se agregan las becas integrales, que favorecen a los más pobres. Al referirse a esta estrategia expresa: Es la máquina capaz de acabar con la desigualdad, esa lacra que, reconoce, pasa de generación en generación en Latinoamérica. Y, por ahora, Caldas no se salva, pero tiene proyectos esperanzadores.
Sabiamente agrega: Somos la primera generación de la historia de la humanidad que puede acabar con la pobreza extrema. Este es nuestro gran desafío y nuestra gran oportunidad. Como siempre lo demás son tonterías.
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