Jorge Raad


La guerra, denominada recientemente conflicto, con fuerzas armadas insurrectas ha estado presente, aún persiste, durante sesenta y cinco años de vida republicana. Por diferentes motivos, las armas han prevalecido con el inmenso sacrificio, en todos los aspectos, de nuestro país.
Puede decirse que todo colombiano ha sentido lo absurdo, cerca o lejos, de las batallas en busca del poder, medido diferentes connotaciones, pero sobre todo, el atropello a la vida y dignidad de la persona.
Las guerras entre pueblos y dentro de ellos es una marca que ha acompañado a la historia de los seres humanos, podría decirse que no ha existido una época en la cual algún proceso de lucha no esté presente en una parte, aunque pequeña, del planeta.
Acaba de ser publicado un interesante informe del Centro Nacional de la Memoria Histórica, CNMH, producto de una investigación sobre las personas desaparecidas en Colombia en un lapso de 45 años. La cifra no puede ser más aterradora: 60.630 ciudadanos que han sido extraídos de su entorno. De ellos el 82,2% son hombres; el 20% de 16 a 35 años y 15,9% son niños, niñas y adolescentes. Para pasmarse, han existido casos en el 90% de los municipios del país.
El texto incorpora una definición de desaparición forzada: ...la desaparición del enemigo y la negación del conocimiento sobre su paradero, derivada de un decreto nazi de 1941, referido como: Noche y niebla.
El CNMH determina el alcance de la investigación anotando que es: Una práctica desplegada intencionalmente en un contexto de extrema racionalización de la violencia, que consiste en la combinación de privación de libertad de la víctima, sustracción de esta del amparo legal y ocultamiento de información sobre su paradero...
Previamente el CNMH, 2014, había definido: La desaparición forzada es considerada un crimen que agravia a la humanidad, pues por sus características busca llevar a su máxima expresión la negación de lo humano y de las personas como sujetos sociales, con voz, con capacidad de actuación, con autonomía con participación.
Como muchos lo han expresado, la sensibilidad de los colombianos frente a la ausencia forzada de los seres humanos se fue perdiendo y lo que antes era un hecho de gravedad extrema se convirtió en un hecho como otros tantos, que hacía considerar equivocadamente que mientras no fuera de su familia o amistades o conocido, ello era asunto de otros y otros eran los demás, para terminar en una especie del síndrome del avestruz: Allá ellos.
La exclusión de los seres humanos de su entorno con diversos fines es grave. Sin importar ni el medio. Lo trascendental es el atentado contra la persona objeto del delito y por extensión inmediata el crimen cometido en contra de los suyos.
Cualquier palabra o frase que se exprese para rechazar los hechos que han sido frutos de la violencia, se queda en una simple demostración teórica de lo que se quiere condenar. Solo las acciones reales y de sacrificios son el camino adecuado para propiciar la reparación de las víctimas, en un país en donde la omisión o decisión equivocada de sus habitantes, ha propiciado, o al menos tolerado, estas ignominiosas acciones.
Es interesante conocer el estado actual de las víctimas: El 86% de ellas siguen desaparecidas; el 6% están desaparecidas pero existe alguna información sobre ellas; el 6% aparecieron vivas y el 2% corresponde a los muertos hallados.
Los objetivos de la desaparición forzada realizada por el Estado, los paramilitares o las guerrillas u otros grupos son resumidos en tres pilares a partir de la privación de la libertad: Castigar, aterrorizar y ocultar. Cada uno por sí solo es una infamia y los tres son la negación de los derechos humanos.
Uno de los apartes de documento es contundente: No obstante, la falta de voluntad política, expresada en el largo tiempo de reglamentación y funcionamiento de las medidas dispuestas para la atención, le han significado a quienes sufren la ausencia de sus seres queridos, episodios de revictimización y desinformación frente a la desaparición forzada.
Todo colombiano debe leer este informe.
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