Jorge Raad


De las universidades hay que entender varias cosas que tienden a confundirse en el lenguaje coloquial. Lo primero es la esencia de las universidades, la cual la constituyen las personas que se encuentran vinculadas directa o indirectamente, como son los egresados en su conjunto. Los directivos, los académicos -los profesores, los investigadores y quienes hacen extensión-; los estudiantes de cualquier nivel; los administrativos, con labores de diferente índole y todos aquellos que contribuyen con su trabajo a la misión y visión de la Institución e integran el núcleo fundamental vigente.
Las universidades no son las estructuras de cemento, adobe, madera, hierro y muebles, libros, computadoras, animales, plantas, instrumentos o los convenios, ellos son los mediadores para que quienes son universitarios cumplan con sus funciones. Todos estos elementos pueden existir o no en un momento dado, sin dejar de ser universidad.
Lo más importante de las universidades es el pensamiento y los logros de quienes integran las instituciones. Son fundamentales en la sociedad. Una universidad en el esplendor de su participación dentro de las sociedades, pues no puede estar por fuera de ellas aunque haya distancia territorial, es aquella que se integra a los núcleos sociales constituyéndose en un faro al que pueden acercarse o alejarse según sean los intereses temporales de los universitarios o no.
Los universitarios tienen que entender que su papel es imprescindible en toda sociedad moderna. Si ello no se comprende y no se contribuye a fortalecer y a hacer realidad este concepto, sobran quienes pretenden ser albergados bajo una sede de la universidad y se convertirán las personas en simples habitantes de moles de piedra o seres rodeados de otros seres y cosas.
Las ideas, los análisis, las propuestas, los frutos y todo aquello emanado de los universitarios es vital para las sociedades. Puede decirse que unos y otros tienen obligaciones mutuas e indisolubles.
Por ello no es extraño que un grupo de docentes de la Universidad de la Sabana se haya pronunciado sobre el homosexualismo. Tienen el derecho y la obligación de expresar su pensamiento, con el fin de que los demás adopten sus maneras de pensar o se aparten de sus premisas, porque sus conceptos se alejan de la realidad científica actual.
La expresión de los universitarios es necesaria en todas las sociedades y debe abordar todos los problemas, y entre más trascendentales es más urgente su guía dentro de la sociedad. Así sea produciendo conceptos distantes, son vitales las posiciones de los universitarios respaldados o no por sus universidades como entes, por cuanto con ello inducen al menos al análisis individual en primera instancia y luego colectivo. Con lo anterior debe lograrse que surjan los necesarios debates que enriquecen a universitarios y sociedades.
Es saludable mentalmente, propio de los seres humanos, la controversia entre las sociedades y los universitarios. El silencio es vergonzoso. Lamentablemente la mayoría de los universitarios optan por esta conducta, estando en una posición privilegiada en todo sentido.
Controvertir es propio de quienes piensan, conocen y tienen intereses, la mayoría colectivos, pero no se puede caer en la tentación y luego en los hechos de agredir a la institución ni a los seres que hacen parte de ellas, así sea que hayan expresado la idea más molesta. Y mucho menos ridiculizar a las personas que representan la majestad institucional, o hacen parte de las estructuras y cuadros humanos de universitarios.
La sociedad colombiana es en buena parte homofóbica, pero afortunadamente ha ido evolucionando. El tema de la homosexualidad se presta para muchas opiniones y adopción de conductas, unas respetuosas y otras en el camino de la agresión.
Todos tienen derecho a tener sus propias convicciones, entre ellos están los universitarios y los demás. La homosexualidad hay que analizarla desde muchos ángulos, pero el primero es entender que la diferencia no puede ser excluyente de la sociedad.
Nota: ¿Y el Hospital o Clínica Universitaria?
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