Jorge Raad


De tiempo en tiempo, asalta a los colombianos una pregunta cuya respuesta conocen todos, pero que se enfrenta de diferente manera. Sin dejar de reconocer que es un problema de decenas de países, es una amenaza que gravita permanentemente sobre los habitantes del país, en los cuatro puntos cardinales.
¿Están en Colombia, para no mencionar explícitamente a Caldas, los alimentos adecuadamente preparados y manipulados, y por lo tanto son óptimos para el consumo humano? La respuesta que surge sin ningún atenuante por lo drástica y dramática es: ¡No! Reiteradamente se ha mencionado el gran riesgo que tienen los seres humanos al consumir víveres, preparados o no, sin su adecuada y exigible sanidad.
Hoy, la Organización Mundial de la Salud, OMS, con motivo del ya tradicional Día Mundial de la Salud, vuelve a recordar la necesidad de contar con alimentos seguros para las personas, adicionalmente hay que expresar que ello también debe hacerse extensivo a los animales de donde los seres humanos derivan alimentos, a pesar de los fundamentalistas de la ecología, por la ya conocida cadena biológica y los riesgos de las cada día más frecuentes y a veces menospreciadas zoonosis.
En noviembre de 2014, con motivo de la Conferencia Internacional sobre Nutrición, realizada en Roma por cuenta de la Organización para la Alimentación y Agricultura, de las Naciones Unidas, FAO, se confirmó que los seres humanos tenían derecho a alimentos nutritivos, suficientes y seguros, y se reafirmó en los mecanismos que deben imperar para fortalecer una adecuada producción y distribución, además de mantenerse prácticas justas de comercio.
Como lo ha expresado Keiji Fukuda, de la OMS, en un artículo que apenas comienza a circular, más de 200 millones de personas mueren anualmente por enfermedades transmitidas por alimentos y el agua. Los parásitos, las bacterias, los virus, los priones y las sustancias químicas o radioactivas producen más de 200 enfermedades que oscilan entre infecciones y cáncer.
El panorama es amplio y todavía no se conocen exactamente todos los riesgos que implican los alimentos en la salud de las personas. Los seres humanos se debaten entre dos extremos: Uno ilimitado, que le atribuye a los alimentos todos sus males, y otro absolutamente insensible a la importancia de consumir alimentos bajo condiciones estándares de sanidad.
A pesar de las recomendaciones para ingerir una sustancia con los mínimos requisitos que aseguren tranquilidad en cuanto a que no produciría alteraciones físicas o mentales derivadas de los contaminantes ya enunciados, los seres humanos son esquivos a mantener estrictas medidas sobre la sanidad de los alimentos.
En esta oportunidad no se refiere a las distintas tendencias dietéticas, las cuales promueven o restringen el consumo de determinados nutrientes o compuestos presentes en los alimentos recién preparados o sometidos a los métodos de conserva.
Una escrutadora mirada alrededor, comenzando por el hogar y siguiendo por restaurantes, cafeterías, pastelerías, bares y ventas ambulantes de alimentos, permite identificar lo que sucede con el manejo de los alimentos que ingerimos. Los hallazgos varían entre un absoluto apego a las normas, comenzando por el estado de salud de quienes preparan, acarrean o dispensan alimentos hasta una inverosímil y tolerada costumbre de aceptar cualquier alimento. ¡Mugre!
Ello no está siempre en relación directa con los costos, hay sitios de expendio de alimentos de bajo costo en donde provoca consumir. Así como hay otros de precios elevados donde el horror comienza en la cocina. ¡El reinado de los roedores y las cucarachas o similares! ¿El Estado estará cumpliendo con sus obligaciones?
Adicionalmente, una pregunta surge y la respuesta se constituye en un indicador real de la sanidad de las personas: ¿Cuántas personas se lavan las manos antes o después de comer?
Solo los seres humanos pueden prevenir y erradicar las enfermedades transmitidas por alimentos y agua. No es una opción, es una obligación, aún en medio de la escasez.
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