La fiebre por las promesas migratorias del presidente de Estados Unidos parece bajar con el paso de los días. La esperanza se desvanece cuando los números comienzan a frustrar el sueño de millones de inmigrantes ilegales que buscan documentarse sin ser deportados. La maniobra del ejecutivo no tiene apoyo sobre el papel, más allá de poder parecer otra intentona de conquista electoral.
Algunos números de la Fundación Heritage destacan que la amnistía planteada por Barack Obama podría costarles a las arcas de esa nación casi 40 mil millones de dólares al año. Para llevar a cabo la idea del presidente, según la misma organización, cada profesional de ese país habría de pagar 22 mil dólares en impuestos, costear 30 centavos de dólar más por cada galón de gasolina comprado o que se le sumaran 10 dólares a cada facturación de telefonía celular de ese país. Estos números, en comparsa, son solo escándalo.
Hay una situación importante. Algunos inmigrantes protestaron porque demandaban una “green card”, que no es más que una tarjeta de residencia permanente en Estados Unidos. Lo anterior no se convierte en nada más que una quimera y un imposible para el presidente Obama. Pareciera que la carta del Partido Demócrata para salvar la próxima elección presidencial solo se comporta como un mecanismo utilitarista que lleva a la comunidad latina a ilusionarse con recibir mayores beneficios de la ciudadanía estadounidense.
Eso sí, para entender a cabalidad toda la situación habría que revisar con cautela los diferentes estados migratorios, pues no se debe confundir la ciudadanía con la residencia permanente legal, pues quedan para analizar las diferencias entre derechos y obligaciones que ese cambio deriva. Toda se trata de magia burocrática.
La improbabilidad de que en próximos meses se geste un cambio importante en políticas migratorias estadounidenses es alta; no por falta de interés en que más personas les paguen impuestos, sino porque son muchos registros que podrían desestabilizar de buenas a primeras diferentes esferas socioeconómicas de ese país. Sin embargo, se trata de una bomba de tiempo que debe ser tratada en el legislativo (difiero de los mandatos ejecutivos; decisiones muchas veces tomadas a las malas), pues la falta de interés de tantos gobiernos le dejó la papa caliente a Obama, quien le sacó provecho para hacerse elegir un par de veces como presidente.
Es un tema de sensatez en todas las aristas, desde las políticas migratorias hasta de la apertura de posibilidades de desarrollo familiar y profesional en ese país sin tantas trabas y/o clasificaciones. Bastante nos han enseñado a no creer en promesas de políticos y ésta podría ser la ocasión para validar lo aprendido; no por mala fe, sino para curarnos en salud.
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