Luis F. Molina


Del sueño americano aún quedan testimonios. Sin embargo, ya no es lo que antes se consideraba un salto a la prosperidad y a una decente calidad de vida. Quizás porque Estados Unidos ya no es la tierra de ensueño de antes o porque sus políticas migratorias han cerrado la puerta a un futuro en Norteamérica. Pero el presidente de EE.UU., la semana pasada, quiso hacer parecer lo anterior como un tiempo pasado y la invitación a un nuevo futuro.
Sin embargo, es ingenuo creer en que un plan migratorio de Obama se pueda convertir en una realidad sólida. Es prudente buscar el historial de fracasos ejecutivos del actual presidente de Estados Unidos para comprender que la firmeza de sus palabras sucumbe ante la realidad del acorralamiento político en el que vive.
Soy incrédulo de las palabras de Obama sobre la inmigración. Simplemente es así. El anuncio vino ya en tiempos de crisis, de necesidad del apoyo hispano que se diluyó porque la misma oficina oval hundió en el olvido una promesa de la primera elección presidencial de Barack Obama. Y es que esta viva expresión de oportunismo político, aunque tenga tintes autoritarios, puede fracasar en cualquier momento.
La idea de Obama se basa en llevar a cabo una acción ejecutiva, lo que le permite otorgar la supuesta amnistía a quienes los medios estadounidenses ahora llaman “los ilegales”. Pero él se lava las manos; incita al Congreso, que en enero quedará en control pleno del partido Republicano (GOP), para pasar una reforma migratoria. Y, aunque esto levante falsas esperanzas, será al estilo del GOP y no de los demócratas, lo que pone cualquier tipo de criterio por delante de una posible cancelación de deportaciones y agracias de indocumentados.
El senador republicano por Arizona, Jeff Flake, ya tiene los ojos en la reforma migratoria. Y para ello él intentará hacer una serie de ajustes que pueden terminar por disolver aún más el sueño americano de quienes encontraron ilusión y esperanza en las palabras del presidente.
Las iniciativas van desde aumentar la efectividad de la policía en las fronteras de Estados Unidos, como la instalación de un sistema de verificación electrónica al que tendrían que aplicar todos los inmigrantes. Incluso las visas tendrían otra orientación, por lo que reporta el Washington Post sobre la posible reforma legislativa.
Otro factor que divide aún más las dos toldas partidistas de Estados Unidos está en los costos. Hace unos tres años estaba nuevamente de moda en ese país hablar de los “aliens ilegales”, terrible mote para denominar a los inmigrantes indocumentados que hacían presencia en sus sistema y también significaban dinero al gobierno.
Sin embargo, el actuar de los republicanos debe ser menudo. Saben que no pueden vender una imagen en la que afectan directamente a una población electoral en aumento. No pueden “patear la lonchera” de esa forma.
Sigue la próxima semana…
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