A veces creo que los periodistas que trabajan en medios de comunicación abusan con sus juicios de valor. No digo que sea así, pues confío en el trabajo medido y responsable de muchos que prefieren pasar inadvertidos en lugar de llamar y polarizar en redes sociales.
Esta historia ocurrió hace un poco más de dos semanas:
Adrian Peterson es un corredor de fútbol americano que se encuentra fichado por los Minnesota Vikings desde hace más de seis años. Fue ganador del premio de Associated Press como el jugador más valioso de la temporada del 2012. Le conocen como ‘All Day’ porque en su posición podría correr todo el día, si fuese necesario. Así creó la fundación ‘All Day’. Peterson; la superestrella de los Minnesota Vikings, ahora vive otro infierno en su vida, después del asesinato de un hijo de dos años en el 2013 y padecer cualquier cantidad de dramas familiares.
Pero todo cambió el viernes 12 de septiembre, casi a las 3:00 p.m., antes del partido de los Vikings con los New England Patriots. Un miembro del jurado del condado de Montgomery, Texas, Estado natal de Peterson, acusó al jugador de lesiones imprudentes o negligentes en un menor. Se trataba de su hijo de cuatro años, quien, según Peterson, fue castigado con una ‘pela’ o una reprensión física.
La base del problema que hace añicos la vida del jugador es que la reprimenda la ejecutó con una rama, pegándole a su hijo en varias partes del cuerpo, incluido el escroto, dice el informe policial, de tal forma que le dejó algunas marcas en su piel. El hecho ocurrió en el condado de Montogomery, Texas; fue notificado a las autoridades en mayo y en principio el jurado no levantó cargos en su contra.
Sin embargo, cuando Peterson volvió a Minnesota para reintegrarse a los entrenamientos de su equipo, llevó a su hijo al médico para que analizara las heridas del niño. El galeno reportó el caso nuevamente a las autoridades de Texas que decidieron reabrir el caso. Luego, el sumario cayó en las peores manos posibles; las de la prensa rosa.
El portal de farándula TMZ.com difundió evidencia de la ‘pela’ que le propinó a su hijo, unas fotografías dicientes que hablaban de la violencia con la cual Peterson ejecutó ese regaño. Después se filtraron mensajes, llamadas e, incluso, partes de la primera testificación de Peterson al jurado que aprobó su libertad en un principio. Sin embargo era tarde. Los Vikings lo desactivaron para el partido contra los Patriots y luego lo suspendieron indefinidamente, en medio del más vil escándalo.
La prensa lo distorsionó todo. ESPN, canal especializado en deportes, demostró su pobre talante para manejar casos delicados como este, a pesar de tener un oscuro pasado como en el juicio contra O.J. Simpson hace 20 años. Periodistas de esta cadena, de NFL Network y de cualquier número de medios comenzaron a juzgar a Peterson. La máxima “todo individuo es inocente de lo que se le acusa hasta que se demuestre lo contrario” quedó corta porque ya ellos tenían la ‘evidencia’. Peterson debía ser expulsado de inmediato, dijeron casi todos al aire y en sus cuentas de redes sociales.
También se suscitó una batalla cultural entre el sur y el norte de EE.UU. Peterson dijo en un comunicado público que así había sido criado y que jamás intentó infringir daño a su hijo. Muchos expresaron que entonces tendrían que encarcelar a sus padres y abuelos. Otros aseguraron que se trata de abuso infantil. Las leyes en Texas, muy diferentes a las de Minnesota, permiten cierto grado de contacto en los regaños, mientras se trate del acto de disciplinar al menor.
La presión fue tal que, hasta los patrocinadores de los Vikings y la NFL, comenzaron a demandar correcciones. Anheuser-Busch, una licorera que pasa millones y millones de dólares a la NFL, pidió acciones rápidas. Sí, una licorera pidiendo acciones en contra de la violencia intrafamiliar. Suena ridículo, pero es así. Porque en este caso no primó la verdad de los hechos: primó la temible influencia de los medios y de quienes componen su círculo y el peso del dinero, billete tras billete, cheque tras cheque. Peterson, por sus acciones, fue sentenciado al odio por la corte de la opinión pública.
No defiendo lo que hizo Adrian Peterson. La violencia no es opción; pero él sí estaba en su derecho de un debido proceso respetado y a la intimidad familiar. Ahora la vida de Peterson, su hijo y su esposa es un inferno y ESPN sigue fresco su camino y se venden cervezas y licores igual que siempre. Habrá que pelear entonces contra la sociología, la antropología siempre y cuando a los periodistas les incomode o lo reprueben.
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