Efraim Osorio


El verbo ‘subyacer’ (del latín ‘subjacere’, de ‘sub-debajo’ y ‘jacere-estar tendido, yacer’) significa “estar acostado, echado, situado, colocado debajo”. Su complemento, por tanto, es de lugar, razón por la cual rige la preposición ‘en’. Un redactor de El Tiempo escribió: “A este asunto subyace un fenómeno que (...) no tiene que ver solo con el periodismo sino también con la sociedad actual” (21/2/2016). “En este asunto subyace un fenómeno...”, castizamente. El Diccionario le asigna esta otra acepción: “2. Dicho de una cosa: Estar oculta tras otra”. Y propone este ejemplo: “Lo que subyace TRAS su comportamiento es un miedo a lo desconocido”. El verbo ‘subyacer’, con sus dos acepciones, aparece por primera vez en la vigésima primera edición de su diccionario; el adjetivo ‘subyacente’ (“que está debajo”), desde mediados del siglo pasado. ¿De qué cabeza académica salió esa segunda acepción? Es un contrasentido, porque las locuciones preposicionales ‘debajo de’ y ‘detrás de’ poco tienen que ver la una con la otra: si algo está ‘debajo de’, no puede estar ‘detrás de’. La única relación que tienen es que son locuciones preposicionales de lugar. No estoy, pues, de acuerdo con esa segunda acepción. ¿Por qué no expresarlo de esta manera: “Lo que se esconde detrás de su comportamiento...?” O inventar el verbo ‘trasyacer’ (“yacer detrás, estar oculto detrás”) y, para completar el cuadro, ‘anteyacer’ (“yacer delante”). Pero, ¿quién soy yo para decirlo? De todas maneras, ¡exijo una explicación!
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Los signos de admiración se inventaron para expresar asombro, dolor y conmiseración, y, de paso, hacer más atractivo el lenguaje escrito. Algunos escritores contemporáneos los dejan en el teclado, sin darse cuenta de lo mucho que pierde, en el papel, su redacción. Juan Esteban Constaín, un buen escritor, sin duda, redactó: “Umberto Eco se acaba de morir en Turín, ay” (El Tiempo, 25/2/2016). Esa exclamación, así, no lo es, no inspira nada, es como un caldo sin sustancia y sin sal, está en pelota. “Umberto Eco, ¡ay!, acaba de morir en Turín”. ¡Mejor, mucho mejor! Y Cervantes escribió así: “Con un ¡ay! arrancado, al parecer, de lo íntimo de su corazón, dio fin a su canto el Caballero del Bosque” (II, XII).
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Dice don Yamid Amat que la verdad es totalmente ‘subjetiva’. En una entrevista, el periodista le preguntó al expresidente César Gaviria lo siguiente: “¿La verdad acaso no es un concepto totalmente subjetivo”? (El Tiempo, 21/2/2016). Tanto el entrevistador como el entrevistado la pifiaron, el primero, porque su afirmación es equivocada; el segundo, por tragar entero. La ‘verdad’ es objetiva, es decir, que “está en ella misma, no en el modo como nosotros pensemos o sintamos”. La ‘certeza’ sí es subjetiva, porque, aunque es el “conocimiento seguro y claro de alguna cosa”, el entendimiento humano puede tenerlo equivocado, por lo que la adhesión firme de la mente a ello no está debidamente fundamentada. Durante mucho tiempo se tuvo la certeza de que este planeta era plano, lo que no es verdad. En dos palabras, uno puede estar cierto (seguro) de un error. La pregunta, además, está chuecamente formulada: de acuerdo con las normas de la redacción, debió hacerse de la siguiente manera: “¿No es acaso la verdad un concepto...?”. No hay, hoy en día, un solo entrevistador, ni uno solo, que haga las preguntas correctamente. Ni siquiera la veteranísima María Isabel Rueda. El arte de preguntar descansó en paz.
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En la calle 54, # 24 25, de Manizales, hay una oficina de Fenalco que tiene en la pared del frente el siguiente eslogan: “Fenalco, la fuerza que une Caldas”. Demostración patentísima de la falta que hace en esa oración la preposición ‘a’ para determinar su complemento directo (acusativo), ‘Caldas’. Si variamos el orden de las palabras que la componen, quedaría así: “Fenalco, la fuerza que Caldas une”, que no es lo que quieren expresar con esa consigna. La preposición elimina esta ambigüedad: “Fenalco, la fuerza que une a Caldas”. Aun el oído queda satisfecho con esta versión.
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Un gazapo de dos yemas, incomprensible por ser de quien es. En una cita de Albert Camus, el señor Orlando Mejía Rivera transcribe: “La peste dará la imagen de aquellos HA quienes A correspondido en esta guerra...”. Sin comentarios.
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