Efraim Osorio


Cicerón y sus generosos coetáneos contribuían a alguna causa civil con ‘pecunia’ contante y sonante: "Pecuniam conferre ad statuam" (contribuir con dinero para erigir una estatua), escribió el orador romano. ‘Pecunia’, según El Diccionario, significa entre nosotros ‘dinero, moneda’. Pero no tenemos el término ‘pecunio’, palabreja que la ex contralor Sandra Morelli utilizó dos veces en sus declaraciones a El Tiempo: "…no encontrará (el abogado Ramiro Bejarano) un solo centavo de mi pecunio injustificado" (27/8/2014). Este día, considerándolo un gazapo involuntario o un error de imprenta, lo pasé por alto. Pero al día siguiente, en otras declaraciones al mismo diario, lo repitió: "…durante mi desempeño como contralora (…) no encontrará un solo centavo de mi pecunio injustificado". Lo que indica a las claras que la señora Morelli confunde (¿desde cuándo?) ‘pecunio’ con ‘peculio’. El primero, como se dijo antes, no existe; el segundo viene del latín ‘peculium’ (de pecus-oris’ = ganado, rebaño), ‘peculio, caudal reunido por un esclavo’. La derivación de este nombre, como la de ‘pecunia’ en latín (de ‘pecu’ = ganado, rebaño) es lógica, porque el ganado era el más importante de los bienes personales. ‘Peculio’, en castellano, significa lo siguiente: "Hacienda o caudal que el padre o señor permitía al hijo o siervo para su uso o comercio". // 2. Dinero que particularmente tiene cada uno, sea o no hijo de familia", más claramente, los bienes particulares de un individuo, como los de doña Sandra, que bien pudo decir, para evitar su error, "no encontrará ni un solo centavo de mi bolsillo injustificado" Y le creemos.
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Con su significado de ‘abundar’, el verbo ‘pulular’ no admite ninguna preposición; ésta, cualquiera que fuere, determina su complemento, por ejemplo, "en el centro de la capital colombiana pululan los atracadores". Esta noción fue obviada por el señor Luis Prieto Ocampo en la siguiente queja: "Las calles de poblados y ciudades pululan de toda clase de facinerosos no solo en las noches…" (LA PATRIA, 29/8/2014). La frase debió ser construida de esta manera: "En las calles de poblados y ciudades pululan toda clase de facinerosos…". Nota: Aunque esta construcción con el verbo en plural (‘pululan’) y el sujeto en singular (‘toda clase’) es aceptada, me parece más lógico gramaticalmente emplear el verbo en singular (‘pulula’), no importa que el complemento (‘de facinerosos’) sea plural. Es, para mí, el mismo caso de ‘mayoría’ y otros nombres intrínsecamente plurales, llamados ‘colectivos’. ¿Gustos?
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El término ‘tema’ se convirtió en un comodín universal de periodistas, expositores y comentaristas, pues, por lo oído y leído, reemplaza ya a todas las palabras del diccionario, en un noventa por ciento inadecuadamente. Del sinnúmero de ejemplos que tuve a la mano escogí sólo el siguiente: "…con el ánimo de llegar a acuerdos y ayudar a descongestionar los despachos judiciales, cuando los temas se pueden solucionar dialogando" (LA PATRIA, Al correr de las horas, 28/8/2014). Los temas, señor, no se solucionan; los temas se exponen, se discuten, se desarrollan, se estudian, se analizan. Los problemas, los enigmas, las dificultades y las adivinanzas sí se solucionan o se pueden solucionar. ¿Cuándo aprenderemos que no todo es un tema? A propósito de este comodín, su género es masculino con la acepción asentada; es femenino, cuando significa "actitud arbitraria y no razonada en que alguien se obstina contra algo o alguien". La misma fuente, sin embargo, advierte: "…pero también se emplea en masculino, por contagio del género propio del resto de las acepciones" (Diccionario panhispánico de dudas). Y así debería ser, sin excepción, pues el femenino, ‘la tema’ (si no es una inflexión verbal de ‘temer’), es cacofónica.
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De los errores se aprende. Y yo cometí uno de interpretación en mi columna anterior, precisamente por no haber hecho algo en lo que siempre insisto, análisis, procedimiento que no realicé a conciencia con la frase de la columnista de El Tiempo, Ana Teresa Bernal, que decía: "El tratamiento con las víctimas no puede ser ideologizado" (17/8/2014). Consideré que el verbo ‘ideologizar’ estaba en ella mal empleado, y que el adecuado era ‘idealizar’. El presbítero Jaime Pinzón Medina, siempre alerta, se dio cuenta de mi aparatosa descarrilada y, afortunadamente, no me la perdonó. Releí, entonces, lo escrito por la periodista, y concluí aceptando mi descuido. En efecto, lo que la señora Bernal quiso decir fue que el tratamiento de las víctimas no se puede politizar, o, mejor, no se puede encasillar en ningún sistema ideológico. Debe ser independiente de cualquier manera de pensar, y estar lejos de los intereses de grupos aprovechadores, egoístas o delincuentes. "Las víctimas no pueden ser un nuevo centro de disputa", añade la escritora. De los errores se aprende, indudablemente.
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La frase del mes de agosto: "Carlos Mauricio Franco Buitrago de 39 años y John Jairo Cardona Alcalde, de 28 años, perdieron la vida en un accidente ocurrido el jueves en la noche, en un choque de la moto en que viajaban con una tractomula" (LA PATRIA, 30/2014). ¿Cómo puede uno viajar en una moto con una tractomula?, se pregunta el periodista Rafael Zuluaga Villegas.
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