¿Por qué algunos escritores hacen tantos esfuerzos para complicar su redacción? El empleo arbitrario y forzado de las locuciones ‘en la medida en que’, ‘en tanto que’ y ‘en contravía de’ lo demuestran, ya que pueden ser reemplazadas por una sola palabra -adverbio, preposición y hasta una conjunción- según el contexto. En su columna sobre el proyecto de dragado del río Magdalena, la directora de la Fundación Alma, Alegría Fonseca R., escribe: "Aunque no estoy en contravía del proyecto, percibo mucha celeridad en su ejecución…" (El Tiempo, 10/9/2014). En esta frase es más protuberante el uso desatinado de la equivocada locución porque es una persona -ella- la que está ‘en contravía’, y porque con sólo decir ‘en contra de’ (locución preposicional) o ‘contra’ (preposición) se da en el clavo. Además, ‘contravía’, como adverbio, se usa únicamente en el tráfico de vehículos para indicar que éstos van en la dirección prohibida. Al diccionario de la Academia de la Lengua llegó apenas en el 2001 como regionalismo de Honduras. En la próxima edición se debe modificar esto, pues nosotros también lo usamos en ese sentido, y, seguramente, en mucha otras regiones de habla castellana. Pero emplear ese adverbio con otra acepción no es más que una tontería, o, más elegantemente, esnobismo barato.

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Y el señor Gustavo Petro Urrego, ¿lo conoce usted?, se dejó enguaralar por otra de las susodichas locuciones. Esto dijo, no el armadillo, sino el mencionado alcalde: "El señor Francisco Santos me está imputando la calidad de ‘corrupto’, hecho abiertamente deshonroso en la medida en que no podrá probar que he cometido acto corrupto alguno…" (El Tiempo, 10/9/2014). No pudo expresar su sentimiento de peor manera. Yo traté de interpretar su lamento así: "El señor Francisco Santos me está imputando la calidad de ‘corrupto’, acusación abiertamente falsa, porque no podrá probar que lo he sido". En esta versión, además de la sustitución de ‘hecho’ por ‘acusación’ y de ‘deshonroso’ por ‘falsa’, que le da más sentido a la queja del ofendido burgomaestre, le cambié la pegajosa locución ‘en la medida en que’ por la conjunción causal ‘porque’, el término apropiado en esta oración, pues con ella se expresa el porqué de la falsedad de la acusación. Han dicho que Petro es un gran orador: si la palabrería lo convierte en un demóstenes, entonces, sí.

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¡Ojalá los afectados de Alzheimer fuesen ‘convalecientes’! La señora Fanny Bernal Orozco, columnista dominical de nuestro periódico, en su artículo dedicado a "amar a quien no tiene memoria" así los califica, pues esto escribió: "Es este el caso de las personas diagnosticadas con la enfermedad del Alzheimer, la cual es una dura experiencia para quienes son cercanos y que de una u otra forma mantienen una relación o conexión afectiva con el convaleciente" (14/9/2014). ‘Convaleciente’ es la persona que, después de una enfermedad grave, de una operación quirúrgica traumática o de un accidente grave, ha superado estas situaciones y está en franca recuperación de la salud perdida por esas causas. La enfermedad de Alzheimer ("Atrofia cerebral difusa, asociada generalmente con demencia, que se presenta de ordinario en la edad senil") es degenerativa y, por ahora, incurable. En otras palabras, los enfermos de Alzheimer serán siempre ‘pacientes’ de este mal, y, mientras no se encuentre su cura, nunca ‘convalecientes’.

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De la profesora Isabel Jaramillo Gaviria: "En LA PATRIA del miércoles 7 de agosto, en la sección Pulso y Latitudes, el columnista Luis F. Molina escribe lo siguiente en "Perdón, señor Foley": "¡Cuánta sevicia y cuánta frivolidad!". Mi inquietud es si de pronto él quiso decir ‘frialdad’, pues considero que la ‘frivolidad’ no tiene que ver con la sevicia y falta de piedad de los verdugos del señor Foley". Sin ninguna duda, doña Isabel, pues la ‘frivolidad’ es, como los programas faranduleros, ‘ligera, vacía, superficial y baladí’, adjetivos con los que no se puede calificar una tan horripilante decapitación.