Efraim Osorio


“El cerco de Numancia”, según los críticos, “es la obra maestra de la primera época del teatro cervantino”. En esta tragedia, Cervantes teatraliza los últimos días de esa ciudad, cuyos habitantes prefirieron incendiar sus casas, matar a sus familiares y suicidarse antes que someterse al yugo de sus sitiadores, los romanos dirigidos por Publio Cornelio Escipión (s. II a. de C.). ‘Cerco’ (del latín ‘circus’, ‘círculo’) es, en esta obra, sinónimo de ‘sitio’, acción del verbo ‘sitiar’ (“cercar una plaza o fortaleza para combatirla y apoderarse de ella”. Y hay personajes cuyo único pasatiempo es acorralar a quienes no piensan como ellos en un ‘cerco’ de calumnias. También es ‘cerco’ el ‘corrillo’ que desocupados y ‘noveleros’ les hacían en los pueblos a los ‘culebreros’ que ofrecían pomadas milagrosas, extraídas -decían- de las cortezas de árboles milenarios que solo se hallaban en la profundidad de las selvas del Putumayo. Y el ‘halo’ que rodea las testas de los santos y algunos cuerpos celestes. Y es ‘cerco’, además, la protección que colocan alrededor de una propiedad, y que puede ser de alambre de púas, de pinos, de tapias, etc. Con esta acepción, es sinónimo de ‘cerca’ (de ‘cercar’ -del latín ‘circare’, ‘rodear’). ¿Para qué y por qué todo esto? Porque a veces hacen preguntas, y para anotar que hasta la edición de su diccionario del 2001 la Academia de la Lengua acogía el término ‘cerco’ con el significado de ‘cerca, vallado’ únicamente como regionalismo de algunos países. Desde entonces le da sin salvedades, en su tercera acepción, estos significados. ¿El uso?
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‘Nado’ no es el masculino de ‘nada’; tampoco, la acción de ‘nadar’. En su artículo del 18 de febrero de 2016, el columnista César Montoya Ocampo habla de “nados impetuosos”. ¿Recuerda, señor, que en épocas remotas, para descansar en la piscina o en el charco, dejábamos de bracear y recurríamos al ‘nadadito de perro’? Usábamos este término como el diminutivo de ‘nadado’, participio pasivo de ‘nadar’, pero que sustantivábamos sin darnos cuenta para expresar la ‘acción de nadar’, que antes se llamaba ‘nadadura’. ‘Nado’ es una palabra que sólo se emplea en la locución adverbial ‘a nado’, es decir, ‘nadando’, metafóricamente, ‘con dificultad’. De aquí la locución ‘echarse a nado’, es decir, ‘arriesgarse en una empresa, aventurarse’. Parece que al columnista sus musas le prohíben consultar los diccionarios para que no las tergiverse. ¿Será?
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Para explicar el resultado positivo del cambio de algunas palabras en nuestro modo de hablar, por ejemplo, en lugar de “quiero ir al cine, pero tengo que trabajar” por “quiero ir al cine y tengo que trabajar”, según el profesor Bernard Roth, el doctor Jorge Raad Aljure garrapateó: “La modificación sugerida es cambiar la palabra, pero por la disyuntiva y” (LA PATRIA, 16/2/2016). Eliminemos primero esa estorbosa coma que entorpece la frase, y entremos en materia: tanto ‘pero’ como ‘y’ son conjunciones, la primera, adversativa (“sí, pero no”); la segunda, copulativa (“¡no, no y no!”). El oficio de la conjunción en la oración es enlazar, de modos diferentes, frases y palabras. Las hay copulativas (ni), disyuntivas (o), adversativas (aunque), causales (pues), condicionales (si), etc. Pero esto ya lo sabíamos, ¿o no?
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¿Sufrirán los monosilábicos escritores chinos de subjuntivitis? ¡Ni idea! Sus traductores al castellano, sí. La de la novela “Sorgo rojo”, Ana Poljak, emplea con mucha frecuencia el subjuntivo por el indicativo, verbigracia, en la siguiente oración, la última muestra que dio positivo: “Callaron los gemidos de la abuela segunda, después de que la abuela le hubiese lavado el cuerpo con agua caliente” (p. 504, noviembre de 2012). La abuela mencionada realizó la acción de lavar, para expresar lo cual se emplea el modo indicativo (“después de que la abuela le hubo lavado el cuerpo”). El modo subjuntivo es correcto en la frase siguiente: “Dudo que la abuela le hubiese lavado...”. El modo indicativo expresa hechos cumplidos (“los guerrilleros dieron una muestra contundente de su poderío armado”); el subjuntivo, suposiciones, órdenes, deseos, hipótesis, dudas, etc. (“me pidieron que me quedara callado”). El autor de esa novela, Mo Yan, fue premio Nobel de literatura del 2012. ¿Por qué? Lo sabrán quienes se lo concedieron.
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