Gonzalo Duque Escobar


Cuando el 90% de las mercancías del planeta se desplaza por mares y el protagonismo de la economía planetaria ha pasado de la Cuenca del Atlántico a la del Pacífico, los colombianos, que por no haber tenido una visión marítima perdimos a Panamá y hemos sido sorprendidos por las decisiones sobre los límites del territorio insular, podemos resolver esa "anemia económica" típica de las regiones mediterráneas del planeta, entrando al Siglo XXI con políticas públicas y acciones estratégicas orientadas a sacar provecho de la posición geoestratégica de nuestro territorio, llevando el desarrollo a nuestras costas.
Además de una superficie continental de 1´141.748 km2, cuenta el país con 928.660 km2 de áreas marítimas separadas por una línea de costa de 2.900 km, 1.600 kilómetros en el mar Caribe y 1.300 km en el océano Pacífico. Limitamos por mar con Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Jamaica, República Dominicana y Haití, y a pesar de no haber mostrado interés en conquistar esta frontera para satisfacer las necesidades de la nación, nuestras reivindicaciones marítimas comprenden la zona contigua de 24 millas náuticas, una plataforma continental de 6.528 km de extensión, la zona económica exclusiva de 200 millas náuticas y el mar territorial de 12 millas náuticas.
Mientras el Caribe colombiano con 538 mil Km2 de extensión, brilla por sus ecosistemas coralinos, manglares, playas, lagunas costeras y estuarios, y una plataforma con praderas de pastos marinos y fondos rocosos y blandos de arena y fango, nutrida de variada fauna y flora, e incluye las islas, cayos, bajos y el mar abierto que rodea al Archipiélago de San Andrés y Providencia, también el Pacífico colombiano con 390 mil Km2 y sus costas húmedas de arena, acantilados y manglares, hace parte de un sistema insular que viniendo de la Isla Cocos en Costa Rica, pasa por Gorgona y Malpelo en Colombia y cierra en las Islas Galápagos de Ecuador, conformando un corredor marino utilizado por ballenas, tortugas, atunes y especies migratorias.
Para empezar, el país que tiene una deuda histórica con poblados y comunidades costeras, en especial con las del Pacífico, por no haber mirado a nuestros mares para traducir las actividades tradicionales como la pesca y el transporte marino en términos de su desarrollo, además de prevenir enclaves como el de Buenaventura debe ahora avanzar empleando la ciencia y la tecnología, al conocimiento de las dinámicas ambientales de nuestros mares y de su relación con la atmósfera, vigilando de paso el patrimonio biótico y su aprovechamiento, y proyectando el potencial uso de los recursos oceánicos en sus aguas, los fondos y el subsuelo de esta frágil y desconocida frontera, donde urge la conservación y el conocimiento de sus lugares más biodiversos.
Si nuestros mares brillan por su medio ecosistémico y paisajes, por lo cultural aún más, gracias a sus profunda huella en el desarrollo de la identidad colombiana. La del Caribe, pasa por "Cien años de soledad"; por la Cumbia, el Porro, el Vallenato, el Bullerengue y el Mapalé, resultado del mestizaje de elementos indígenas, africanos y españoles; pasa por el arroz con coco y las murallas de Cartagena; o por el sombrero "vueltiao" y la mochila arhuaca. Y la del Pacífico, esa tierra de los Currulaos como "Mi Buenaventura" de Petronio Álvarez, su cultura que evoca las notas de la Marimba de chonta, el Cununo macho y hembra y la Tambora o bombo, se siembra en las Chirimías y los Bailes de Pellejos, y se expresa en las artesanías con la cestería y sombrerería de pajillas obtenidas de la vena del chocolatillo y del amargo, y la orfebrería de Itsmina elaborada en metales finos.
Lo anterior, obliga a emprender un ordenamiento territorial y geopolítico, que haga visible lo étnico y lo cultural de esa Colombia marginada y valore la componente estratégica de nuestros mares, urgida del fortalecimiento institucional y del desarrollo de la infraestructura social y productiva en sus regiones económicamente más pobres. Solo llevando el progreso a los pobladores de dichas costas y tierras insulares de la patria, podremos ejercer como nación soberanía y dominio sobre nuestros mares, y abrir las puertas a los dos mayores océanos del planeta desde la mejor esquina de América.
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