Bernardo Mejía


Nuestro aeropuerto La Nubia que recientemente cumplió 60 años, está amenazado. Los primeros problemas se presentaron desde el inicio de su funcionamiento por su cercanía con las montañas perimetrales que le dificultan la operación normal a los aviones e impide los vuelos nocturnos. También tiene amenazas por su vecindario con el barrio La Enea, especialmente por las casas localizadas en el sector de Los Pinos; igualmente, lo afecta mucho el clima de la ciudad y en los últimos años han aparecido otros problemas, uno de ellos son las emisiones de ceniza del Volcán del Ruiz y el último es la presencia de garzas con su vuelo alrededor de la pista.
Las garzas se han vuelto un lío para la ciudad. En los años ochenta se asentaron en la Plaza de Bolívar de Villamaría y solo se pudieron desterrar con la poda de los árboles donde anidaban. De allí salieron a recorrer Manizales. Se han asentado en diferentes sitios, siendo uno de los más recordados el del parque José María Escrivá, en el Barrio Palermo, y que durante muchos años fue recordado como el parque de las garzas. Solo pudieron ser desterradas gracias a una acción popular que permitió la poda de los árboles y el traslado de los polluelos a otros sitios.
Desde hace varios años estas aves se encuentran asentadas en las inmediaciones de San Marcel, muy cerca del aeropuerto La Nubia y para poder desplazarlas de allí se han probado todo tipo de métodos, desde la poda de los árboles donde anidan, el estallido de pólvora en horas de la mañana y al caer la tarde, y, últimamente, se han instalado unas polisombras en los árboles donde se han ubicado. Lamentablemente los métodos empleados no han servido para nada. El problema de este sector es que hay muchos árboles por lo que tienen muchos sitios cercanos donde reubicarse.
Las dificultades que se tienen con estas aves no solo se presentan en nuestra ciudad. Las garzas que supuestamente son originarias del África han invadido toda América y son muchas las ciudades que están padeciendo los problemas que presentan para los seres humanos, sobre todo por las alergias que producen sus alas y las bacterias que generan sus heces, problema que se agudiza por el desbordado crecimiento de su población y porque su hábitat pasó de las áreas rurales a los cascos urbanos.
A nuestra ciudad se le suman los riesgos que le están presentando al aeropuerto La Nubia, en los que las aves ya han chocado con los aviones sin que, afortunadamente hasta el momento se hayan presentado mayores problemas. Las aves hacen su vuelo especialmente en las horas tempranas de la mañana y al caer la tarde y si no se hace un control sobre la ubicación de estos animales, nos puede llegar a suceder que un avión se pueda caer al chocar con una o varias de estas aves o puede pasar que Avianca tome la decisión de operar en la ciudad solo entre las nueve de la mañana y las cuatro de la tarde.
En algunas ciudades de otros países cuando este tipo de especies se convierten en una amenaza, autorizan la caza para controlar su crecimiento. Decisiones como está en nuestro medio pueden ser difíciles de implementar. Pero algo hay que hacer porque los riesgos para los manizaleños son altos. La pólvora o las polisombras y la poda de los árboles no han sido suficientes. Por lo pronto, se debe seguir con estas medidas y sumarle los desplazamientos de los polluelos a sitios rurales, donde no generen mayores inconvenientes y lo más importante, las medidas adoptadas para que funcionen, tienen que implementarse durante un periodo largo, pues por uno o dos meses que se traten de controlar es muy poco lo que se va lograr.
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