José Jaramillo


Existen organismos oficiales que de vez en cuando son sometidos a retoques para remozarlos, como las modelos, que tienen que hacerse constantes tratamientos de belleza, para no perder vigencia y seguir anunciando cremas y jabones, o repicando en pasarelas. Dos institutos descentralizados del orden nacional, creados por el presidente Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) para apoyar la agricultura, cuyo diseño administrativo y sus objetivos a favor del campo eran inobjetables, han sido víctimas de la voracidad del clientelismo, jamás cumplieron su misión y por canales que les abrieron sucesivas administraciones se han escapado chorros de plata. Se trata del Incora, ahora Incoder, y del Idema, inicialmente llamado Ina. La idea del primero era comprar tierras incultas y expropiar latifundios ociosos, para dárselos a los campesinos, en condiciones de crédito muy blandas, prestándoles, además, asesoría técnica y suministrándoles la maquinaria requerida. Hasta ahí, perfecto. Pero, ¿qué pasó en realidad? Que los gerentes regionales del Incora, algunos de ellos ubicados en regiones aisladas a donde no llegaba ningún ojo fiscalizador, utilizaron los recursos oficiales para desenhuesar a latifundistas de charrascales, pagados a precios insólitos, compartiendo favores por debajo de la mesa. Los campesinos "beneficiarios" de tales tierras, abandonados a su suerte, sin ninguna asistencia y acosados por las deudas, después de mejorarlas hasta donde eran capaces, terminaron vendiéndolas a pérdida, o fueron desplazados de ellas por guerrilleros o paramilitares. Ahora anuncia el nuevo ministro de Agricultura, sin duda un funcionario probo y bien intencionado, una nueva refacción del Incoder. Amanecerá y veremos, dijo el ciego.
El Idema se creó para regular el mercado de productos agrícolas, para que los productores no se quebraran en épocas de abundancia y los consumidores no se afectaran por la escasez. El Idema garantizaba precios de sustentación, almacenaba excedentes para sacarlos al mercado cuando escaseara la producción; o importaba lo que fuera necesario para abastecer el mercado a precios estables. Pero como "hecha la ley hecha la trampa", en los alrededores de los almacenes de compras del Idema aparecieron intermediarios, amigos de los gerentes, que les compraban a los campesinos sus productos, sin que tuvieran que someterse a los trámites del ente oficial, y el mismo día, y en los mismos costales, y en efectivo, los vendían al Idema. "Mano lava mano", decían intermediarios y gerentes cuando compartían beneficios. Después de ser sometido el Instituto de Mercadeo Agropecuario, como pomposamente se llamaba, a sucesivas "cirugías" para remozarlo, sin resultados, finalmente se liquidó y fue adscrito al Incoder. A ese también anuncia el ministro Iragorri que le ordenará, como el Señor a Lázaro, "levántate y anda". Preocupa, sin embargo, que a los cinco billones de pesos que anuncia el Gobierno que tiene dispuestos para invertir en el campo, ya les tengan puesto el ojo los que sabemos.
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