José Jaramillo


“Timochenko”, o Rodrigo Londoño Echeverri, es quindiano; y sus raíces ancestrales se hunden en La Tebaida y Circasia. Por el apellido Londoño, en la finca El Silencio, de donde salió la “londoñera”, que se regó, mezclada preferentemente con el apellido Echeverri, y fue factor decisivo para el desarrollo comercial y agrícola de la región, especialmente el cafetero. Y brilló en la administración pública, durante la República Liberal (1930-1946) y cuando los conservadores los dejaban gobernar; y desde los cabildos municipales, por ser creativos y progresistas, a partir de su vocación de líderes, que, sin haber asistido a los bancos universitarios, devoraban libros de los grandes escritores españoles, rusos y franceses; y de los colombianos, que tuvieran que ver con la libertad del pensamiento crítico, sin ataduras dogmáticas. Las ediciones europeas les llegaban con retardo y pasaban de mano en mano y de casa en casa, hasta saciar la curiosidad y el placer intelectual de los inquietos lectores. Y los libros nacionales, de Vargas Vila, el “Indio” Uribe, “Ñito” Restrepo, Diógenes Arrieta, Candelario Obeso, Rafael Pombo y demás ideólogos del Olimpo Radical, los traían amigos y familiares que viajaban a Bogotá, y los conseguían casi clandestinamente, porque hasta las puertas de las librerías se extendía la mano inquisidora de la hegemonía conservadora (1885-1930), que lideraba desde el gobierno don Miguel Antonio Caro, detrás de quien estaba el dedo señalador de monseñor Bernardo Restrepo.
Desde la época de las guerras civiles del siglo XIX, migraciones del suroriente antioqueño se asentaron en la parte plana del Quindío, que conforman Circasia, Montenegro, Quimbaya y La Tebaida, desarrollaron la arquitectura propia de la colonización, abrieron tierras para el cultivo del café, que era la moda, fomentado por el visionario general Rafael Uribe Uribe y por el estadista más completo de la época, el general Tomás Cipriano de Mosquera, que a sus ímpetus guerreristas sumaba una clara visión progresista, contraria al amodorrado estilo de los gobernantes conservadores, muy católicos y muy buenos poetas, pero completamente retardados en el desarrollo social, por estarles buscando consonancias a sustantivos y adjetivos, para ponerle la “resonante cola” a un soneto. Y, además, Londoños y Echeverris participaban en política, abrían caminos, construían puentes, fundaban organizaciones cívicas, creaban cuerpos de bomberos…, y cuando manejaban los recursos públicos lo hacían con eficiencia y pulcritud. Además de vigilar celosamente desde la oposición que otros gobernantes lo hicieran.
“Timochenko”, o Rodrigo Londoño Echeverri, es de esos mismos, genéticamente; y ancestros suyos sufrieron los rigores la violencia política, lo que no justifica que sea todo lo malo que es. Pero sí hay que reconocer que, si está donde está, es porque tiene talento. Y a sus parientes en el Quindío les queda para decir que “uno escoge los amigos pero no la familia”.
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