José Jaramillo


“Sabe más el diablo por viejo que por diablo”, filosófica y matemáticamente está demostrado. La sentencia no es la conclusión de estudios de tal o cual universidad, sino que es una realidad palpable. Y los viejos suelen decir que “todo extremo es vicioso”, sin necesidad de mucha escuela, apoyados en la experiencia, especialmente la que queda de los tropezones de la vida. Este prefacio sirve para demostrar que tienen razón quienes proponen una sociedad equilibrada económicamente, porque de ahí resulta la armonía que garantiza la tranquilidad social; y el bienestar general.
Cuando los “capitalistas salvajes” de la época del canapé republicano en Colombia, posterior a la Guerra de los Mil Días, del que hacían parte liberales, conservadores y la jerarquía católica, le reprochaban al general Rafael Uribe porque, según ellos, “quería acabar con los ricos”, por sus ideas político-sociales, el ilustre pensador liberal contestaba: “No, yo lo que quiero es acabar con los pobres”. Por eso lo mataron.
Pero, como los tecnócratas no tienen tiempo para conocer la historia, crean teorías para inventar lo que ya está inventado. Por ejemplo, dicen en sus profundos estudios que el ideal para que las sociedades sean justas, prósperas y se desarrollen armónicamente, depende de que tengan los países una clase media amplia; y de que se minimice la pobreza absoluta. Sacan pecho, carraspean y se van a almorzar al club.
Una clase media fortalecida es un gran negocio para el capitalismo, porque garantiza el consumo creciente de manufacturas, construcciones y servicios; y le da estabilidad a la producción agrícola, para garantizar el autoabastecimiento y la exportación de excedentes, al tiempo que se ahorran divisas, lo que implica, necesariamente, la protección del Estado, porque la agricultura tiene riesgos que no tienen los demás sectores productivos. Además, la clase media fuerte tributa y genera recursos para la salud y los fondos de pensiones, a través del emprendimiento y el empleo formal.
La crisis que actualmente vive el mundo capitalista proviene, fundamentalmente, del debilitamiento de la clase media, porque el sistema económico está engolosinado con la especulación financiera, el sube y baja de los hidrocarburos y la minería depredadora y la tecnología del entretenimiento; y a la gente la tienen anestesiada los medios de comunicación con los datos de los hombres más ricos; los resultados de los enemil campeonatos deportivos; los sueldos de las vedettes; las preciosas pechugas de modelos, cantantes y presentadoras; la musculatura de los atletas; y las ventas de los éxitos musicales de moda, mientras que la franja de los más ricos se reduce, la de los más pobres se amplía y la clase media va de capa caída. La gente, mientras tanto, se interesa por las estadísticas del fútbol y la política, y por el pulso comercial de la tecnología “light”, cuando no tiene nada para echarle a la olla.
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