José Jaramillo


Una de las más atractivas posibilidades que ofrece la desmovilización de las Farc como grupo armado, que ha afectado principalmente al campo colombiano, sembrando terror, desplazamiento forzado y miseria, es la recuperación de la agricultura, al menos en un amplio sector de la geografía nacional, donde puedan regresar los campesinos.
Antes de que guerrilleros, paramilitares y empresarios del narcotráfico, “todos a una”, se apoderaran de las tierras de cultivo, desplazando a sus propietarios con adquisiciones fraudulentas o, simplemente, echándolos con la complicidad necesaria de notarios y registradores; y enviando a mayordomos, aparceros y trabajadores a engrosar los cinturones de miseria de las ciudades, obligándolos a la economía del rebusque y a la degradación de sus familias, Colombia era autosuficiente en gran parte de los productos agrícolas, para el consumo interno y la exportación. No había conciencia ni formación técnica y comercial para la agroindustria, pero el campo era productivo, así no fuera un gran negocio; que de hecho no lo es, tanto que en los países desarrollados la agricultura goza de la protección del Estado, consciente de que está sometida a riesgos de diferente índole, como el clima, los mercados, las plagas y otras eventualidades. Los ganaderos dicen que “la agricultura es un negocio de pobres.”
Una de las observaciones que pueden hacerse de las panorámicas que ofrecen los camarógrafos en las transmisiones de los grandes eventos ciclísticos de Europa, es que se ven los campos intensamente cultivados. La ganadería extensiva no existe. O, por lo menos, por donde pasan los ciclistas no se ven potreros, y sí hermosos cultivos o terrenos arados, listos para la siembra.
En Colombia, hasta la aparición de guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes con vocación de terratenientes, aliados éstos con los dos primeros en el negocio de los cultivos ilícitos, en el departamento del Cesar se cultivaban 250 mil hectáreas de algodón, ahora reducidas en un 90%. Los Llanos Orientales, el Tolima y el Huila eran grandes productores de arroz. El maíz, en sus distintas variedades, abundaba en tierras altas, bajas y medias. En Nariño y Cauca la producción de cebada, avena, trigo y lúpulo fue reemplazada por coca, por imposición de los subversivos. Y “no me la siga, que me emperro a llorar.”
La perspectiva que se abre ahora con la desmovilización y el reintegro a la vida civil de los guerrilleros de las Farc es la reactivación de la producción agrícola, tecnificada e industrializada, cuando la fuerza pública ocupe los territorios que desaloje la guerrilla. Y con la disminución de los costos de la guerra y el incremento de la producción agrícola van apareciendo los recursos para financiar el posconflicto, para que duerman tranquilos los enemigos de los acuerdos de paz, y se inventen otro cuento para conseguir votos.
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