José Jaramillo


"Tierra no vuelven a hacer", decían los viejos. Además, en cumplimiento de la inexorable ley de la oferta y la demanda, en la medida que aumenta la población la tierra se encarece, porque la demanda aumenta; especialmente para urbanizar. Entonces, ¿dónde se va a sembrar comida, cuando todos los alrededores de pueblos y ciudades se urbanicen? La respuesta la tiene la ciencia con los transgénicos para incrementar la producción, modificando los métodos naturales. Y la iniciativa del hombre, que ante la falta de tierra aprovecha cualquier espacio para sembrar plantas, de hortalizas, frutales, verduras y otras, para lo cual sirven balcones, terrazas, aleros, antejardines…
El valor de la tierra siempre lo entendieron los ricos en términos utilitarios, mientras que el campesino puro ama la tierra, porque le produce el sustento; y no aspira a más de la que necesita para sostener a su familia; y él mismo la trabaja. Esta romántica y bucólica figura ya no se ve ni en las novelas. En cambio la angurria de los latifundistas no cesa, lo que genera grandes conflictos sociales, cuando el campesino es desplazado, o tiene que vender su parcela a la fuerza, porque el terrateniente necesita cuadrar linderos, para avecindarse con centros de desarrollo, autopistas, parques industriales, puertos y zonas francas. Y, mientras tanto, explota la tierra con ganadería extensiva, que se administra con unos pocos trabajadores, para castrar, vacunar, salar y arreglar cercos. Por eso el ganado se llama así: ganado. Y por eso, también, los ganaderos dicen que la agricultura es un negocio de pobres.
El desperdicio de la tierra agrícola por la especulación es pecaminoso. Y nadie entiende que países como Colombia no sean autosuficientes en productos agrícolas para la alimentación de la población. Y que no sea gran exportadora de comida. La respuesta es que ha prevalecido la codicia sobre el sentido social de la propiedad rural, porque no se ha podido superar el feudalismo, heredado de la colonia. Y como los señores feudales son los que financian las campañas políticas, las cosas no cambian.
En Estados Unidos, Canadá, Francia, España e Italia, para citar solo unos pocos ejemplos, la producción agrícola es intensa, y está protegida por el Estado, porque prevalece la necesidad de alimentar a los pueblos.
De modo, señores tecnócratas, que guarden sus ecuaciones matemáticas y los cuadros estadísticos y pónganle sentido común a las políticas agrarias. Para empezar, entiendan que el origen de la guerrilla de las Farc es agrícola, inspirado en la necesidad de proteger al pequeño propietario agrícola de la voracidad de los latifundistas. Y de producir comida, prioritariamente, para alimentar a la gente. Que degeneró en narcotráfico, extorsión y secuestro, es otra cosa. Pero no puede taparse la realidad con teorías nebulosas. "La tierra para el que la trabaje", se viene planteando hace más de 150 años y no ha sido posible que sea realidad.
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