José Jaramillo


El “feliz año nuevo”, que gozosamente se desea por estas calendas, no deja de ser un lugar común, que se repite mecánicamente desde hace siglos, aunque las perspectivas, en el caso de 2017, no sean las más halagüeñas, especialmente en lo político, que por extensión afecta todo el entorno social. ¿Por qué? Porque va a ser en Colombia un año electoral. En 2018 habrá elecciones presidenciales y para cuerpos colegiados de representación popular. El agite de los aspirantes ya comenzó, y con los mismos; porque el político, si se pensiona, está encartado judicialmente o incapacitado por enfermedad, siempre aspira a conservar el poder por interpuesta persona, que puede ser un amigo o pariente cercano, a quien le endosa los votos y el andamiaje electorero, reservándose el derecho de seguir manipulando los hilos del poder y de percibir una buena parte de los ingresos económicos que reciba el beneficiario.
Otra estrategia de los electoreros profesionales son los “mascarones de proa”. Mascarón de proa era una figura humana o animal que se colocaba en la parte delantera de las naves, en épocas lejanas, para que trajera buena suerte a los navegantes o intimidara a los enemigos. En el primer caso era un hermoso rostro de mujer y en el segundo -la intimidación- una máscara diabólica. En política se usan como señuelos para captar votos personas de reconocidas estirpe y prestancia, que además cuenten con recursos económicos para invertir en la campaña. Eso explica que haya en el Congreso Nacional unas señoras muy pispas, ricas, de nobles apellidos y maridos con poder gremial, a las que les tiene que reconocer el Estado más de 27 millones de pesos mensuales de honorarios, más arandelas, para que de vez en cuando se tongoneen por entre las curules y metan la pata.
Y si por las próximas elecciones parlamentarias hay “llanto y crujir de dientes”, por las presidenciales el asunto no es pera en dulce, especialmente por el mal ejemplo que dejaron las de los Estados Unidos, país al que las “banana republic” le imitan todo, sin mayor discernimiento. Y si en un asunto de tan nobles propósitos como la paz ha habido una disputa tan ácida, cómo irá a ser la mechoneada de los aspirantes al solio presidencial, cuando tomen posiciones en la largada, y comience el “quién da más”, la escarbada de documentos en juzgados y notarías y las injurias y calumnias como los más “refinados” argumentos de campaña. Ahí sí, como les dicen los papás a los niños cuando les están enseñando a montar a caballo: “Agárrese de la crin que va ladeado”.
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