Víctor Diusabá Rojas


Sí, eso hace también Diego Ventura, convertir el agua en vino o, como ayer, mansedumbre en algo que, por supuesto, no puede ser bravura, pero sí algo que, sin que se la parezca, pase por ello. Y no una vez, sino dos. Quién sabe si tres. No importa, ayer solo necesitábamos que pasara en ambos turnos suyos. Y pasó.
Claro está, para comenzar hay que decir que la corrida de Dosgutiérrez fue, por regla general, mansa, descastada. Igual, buscó el abrigo de los tableros que se defendió con cabezadas o dando la espalda. Incluso, por momentos, buscó la presa más allá de los engaños.
Pero al mal tiempo, buena cara. Y recursos. Los del lidiador que se pone el mono (overol) de trabajo para hacer de ese cuarto, con el que abrió la puerta grande, algo muy diferente al toro que en principio olisqueó las tablas y no quiso dar pelea. Por supuesto, darle exclusivamente el crédito a Ventura es un despropósito. Ahí, a su lado, está esa cuadra de caballos que responde por él y que, como bien apuntó el embajador de España en Colombia, debería Diego llamar al ruedo a la hora de cobrar los trofeos.
Lo cierto es que de esas manos sabias al mando de las naves y de ese valor seco de ellas, de 'Oro', de 'Morante' o de 'Toronjo', y de los demás, el agua comenzó a ser vino. No sé si Rioja o Ribera del Duero, pero, qué carajo, vino. Y lo que estaba condenado a salir por la puerta de atrás, se fue arriba, a hombros, con esas pasos por dentro que cargan emoción en los lomos o con los rizos que levantan los tendidos. Así, tras la técnica llegó el arte y, por un largo instante, la gente olvidó el pasado, vivió el presente y confió en algún futuro. El toro, hay que ser justos, se fue a más y terminó ensalzado. Era esa suerte a veces esquiva de parar en aquel que sabe. Y mucho.
En el primero de la tarde, también pudo haber premio gordo para el rejoneador con un toro potable al que si algo le faltó fue emoción. Los esfuerzos, en principio, por hacerlo embestir cambiaron en la medida en que el ejemplar tuvo un segundo aire que permitió ver una versión cercana a lo que es Ventura en plenitud. El rejón de la suerte suprema no encontró lugar y lo que apuntaba a comienzo de la corrida con el pie derecho terminó en desmontada de malas pulgas del torero a caballo. Saludo.
Eso fue todo. Ah, claro, ¿y el resto?, preguntarán ustedes. Nada. Los dos de Jorge Gutiérrez que fueron a dar a los predios de Alejandro Talavante salieron calcados en su escasez de posibilidades. Igual rodó cuesta abajo el segundo de la tarde, como sacó malas ideas el quinto, hasta obligar a abreviar. Y la pareja de Sebastián Ritter naufragó, porque, uno, el tercero de la tarde, buscó siempre, tras cada suerte, una puerta por donde escapar, antes de que el torero nacional cayera presa de la desesperación con la espada en mano como si fuese de papel y sonaran los tres avisos. Y en el sexto, otro recado presidencial, mucho esfuerzo y ninguna recompensa. Otro toro imposible.
Descatacado
El toro, hay que ser justos, se fue a más y terminó ensalzado. Era esa suerte a veces esquiva de parar en aquel que sabe.
Ficha de la corrida
61 Feria de Manizales
Tercera corrida de abono
Seis toros de Dosgutiérrez, algunos justos de presentación y, en general, mansos. Primero y cuarto lucieron en manos del rejoneador Diego Ventura.
484, 444, 448, 446, 460 y 450 kgrs
Diego Ventura
Saludo y dos orejas
Alejandro Talavante
Grosella y oro
Silencio y división de opiniones
Sebastián Ritter
Malva y oro
Silencio tras tres avisos y silencio
Detalles:
Tarde calurosa y plaza llena.
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