Hablar de Manizales como una ciudad intermedia no es un asunto que genere extrañeza entre un habitante del común. Hay quienes aluden al término refiriéndose a su tamaño menor en relación a ciudades capitales como Bogotá, Medellín o Cali; otros la identifican por su calidad de vida mirada en función de los cortos recorridos que se usan para movilizarse de un lugar a otro, o por las redes familiares de apoyo que garantizan múltiples solidaridades para la supervivencia, o por una economía diversificada de mediana o baja especialización, o por una relación campo-ciudad mucho más fluida, entre muchas otras características.
Todos tienen algo de razón. Quizás la sumatoria de todas ellas permitan una visión más aproximada de lo que significa ser ciudad intermedia; sin embargo, hay un elemento diferenciador que está poniendo en cuestión todos sus significados; se trata de la globalización de los mercados. En efecto, la ruptura de la intermediación que hacía el Estado-Nación en una aparente red de ciudades organizadas por crecimiento, jerarquías y funciones, ha comenzado a relativizar estos conceptos, por otros que están asociados con los flujos de capitales, conocimientos, TICs y redes globales migratorias en un mundo cada vez más interconectado e interdependiente.
Manizales cumple algunas funciones de ciudad intermedia. Por un lado, su carácter funcional como capital de Departamento, lo cual genera un movimiento pendular con el resto de los municipios de Caldas; por otro, la concentración de servicios y comercio que se irradian hacia otros municipios, más allá de la subregión centro-sur. Un ejemplo de ello es la dinámica universitaria que se proyecta principalmente hacia el sur de Colombia, alcanzando departamentos como Valle, Cauca, Nariño, Huila, Caquetá, entre otros. Adicionalmente, el movimiento turístico derivado de las expectativas generadas por el paisaje cafetero, lo cual activa la red de hoteles y servicios complementarios. Y por último, aunque sin cerrar otras posibilidades, el papel que cumple como abastecedor del mercado interno principalmente, y en menor medida, en los circuitos de exportación manufacturera.
En su contra opera la pérdida progresiva de población por el poder de imán que ejercen las capitales de mayor jerarquía funcional y la falta de oportunidades laborales; la corrupción y el clientelismo que generan poca confianza entre diferentes sectores económicos e impiden concretar mayores niveles de progreso relativo; el localismo, entendido como la autosatisfacción en las condiciones socioeconómicas propias, junto con la tendencia a no establecer sinergias con las ciudades vecinas bajo el prurito de la competitividad; y adicionalmente, la negación a planear su futuro identificando sus fortalezas y debilidades, lo cual no es otra cosa que determinar cuál es el papel que puede cumplir Manizales como ciudad intermedia en el contexto regional, nacional y mundial.
Manizales no es una ciudad que busque su futuro, más bien es una ciudad moldeada por las determinantes que le imponen las tendencias globales del mercado, lo cual la hace tremendamente frágil. Así se expresa por ejemplo en las decisiones improvisadas y erráticas relacionadas con la inserción de Manizales en el mundo de las TICs, los fracasados intentos por conectarse con el mundo globalizado a través de aeropuerto, puertos, red ferrocarrilera, zona franca, etc; la favorabilidad dada a los almacenes de grandes superficies que a la final terminan creándole a la ciudad más problemas que beneficios, los intentos por permitir la explotación minera dentro de un ecosistema de por sí frágil por los efectos del cambio climático, la urbanización perversa basada en la especulación inmobiliaria de grandes beneficios para los privados y grandes costos para el sector público. Todo ello produce un gran desangre financiero para la ciudad.
Pero también habría que valorar las oportunidades aplazadas por la falta de decisiones de fondo en temas de gran proyección para una ciudad intermedia. La posibilidad verdadera de concretar la idea de Manizales como ciudad universitaria, la expectativa de avanzar hacia una economía del conocimiento, incrementando significativamente los recursos en CT&i aplicados a la cualificación del sector productivo local, las enormes potencialidades económicas que significaría la concreción de acuerdos regionales en torno a temas estratégicos que posibiliten una presencia más sólida a nivel nacional y global.
Manizales si tiene futuro, pero hay que planearlo.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015